Ximena Peredo / Cerrar o abrir los ojos

AutorXimena Peredo

Voy a contar la historia de un aprendizaje personal que, como suele suceder, comenzó como una bella ilusión.

En el año 2006 fui consejera electoral distrital y voté. Tuve que aguantar estoicamente el "haiga sido como haiga sido" del Presidente electo Felipe Calderón, que al recibir el mandato declaró una guerra que sólo ha servido como política de terror.

Desencantada de los partidos, en el 2009 promoví el voto nulo como protesta. Junto a un grupo de ciudadanos, impulsamos al candidato ficticio Papanatas.

La idea era precisamente hacer ver cuán ridículas se habían vuelto las campañas y las alternativas electorales. Ese mismo año en varios Estados del País se encendió la misma chispa anulista.

El número de votos nulos emitidos en 2009, que en algunos Estados quedó como la tercera fuerza política, obligó a que los políticos se pronunciaran y, más que eso, puso todas las condiciones para que la reforma política se aprobara en el 2010, incluyendo, por cierto, a las candidaturas sin registro de partido (para aquellos que dicen que el voto nulo no sirve de nada).

En el 2012 vi cómo el fraude electoral se cocinó en los estudios de Televisa. Entendí que la publicidad no convence al elector, pero sí termina de legitimar el fallo electoral. El fraude tiene varias etapas, pero la primera es hacer parecer ganador al candidato.

Mientras tanto, del 2006 al 2012 fui activista casi de tiempo completo en la Ciudad.

Esta decisión me permitió conocer cara a cara a la clase política que toma decisiones en nuestro nombre: regidores, Diputados, Alcaldes, Secretarios de Gobierno, delegados.

También me tocó conocer al sistema judicial como demandante de protección. La desilusión de transitar por estos canales fue traumática, pero emancipadora.

Mi experiencia como activista también me dio enseñanzas sobre mi sociedad. Entendí que la precarización de las condiciones de vida nos aleja de la participación política porque o no tenemos tiempo o no nos queda energía para ofrecer.

También me di cuenta de que muchos apoyan, pero sin mover un dedo para evitar sentirse derrotados.

Las inquietudes políticas que me provocó vivir en Monterrey, escribir en estas páginas editoriales y ser activista me empujaron a...

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