Ximena Peredo / Bajo la nieve de Sochi 2014

AutorXimena Peredo

Cada vez es más complicado creer en el discurso de unidad y paz que solía entusiasmarnos de los Juegos Olímpicos. Son eventos que la política y el mercado aprovechan para legitimar Gobiernos o posicionar marcas, lo cual no tendría que ser un problema si no fuera porque, para alcanzar este objetivo, suelen utilizar todo su poder.

Sochi 2014 representa, por un lado, un cúmulo de atropellos de "clase global" y, por el otro, una estupenda oportunidad para proyectar los nuevos derechos de nuestros tiempos.

En los últimos días en varias ciudades del mundo se han organizado protestas llamando al boicot contra estos Juegos Olímpicos. Dos son las principales causas: la política homofóbica de Vladimir Putin, con una ley aprobada el verano pasado que castiga con multa o cárcel cualquier expresión homosexual que pudiera interpretarse como pro gay; y el no reconocimiento de la masacre ocurrida precisamente hace 150 años en Sochi contra la nación circasiana.

Apenas en 1993 en Rusia la homosexualidad dejó de ser considerada una enfermedad. Sin embargo, aunque afuera del catálogo de patologías, el Gobierno sigue considerándola una especie de virus occidental que atenta contra "la cultura rusa".

La aversión contra gays y lesbianas no sólo se justifica con discursos morales, sino político-ideológicos, del corte de la Guerra Fría. Pero el autoritarismo suele parir entre sus hijos a seres sin miedo, dispuestos a desafiar leyes y mandamientos con una sonrisa.

Es el caso de Pussy Riot, una banda rusa de mujeres feministas punk, encarceladas por, según ellas mismas, "tocar una canción divertida dentro de una iglesia". Sus canciones señalan a Putin de dictador, promueven la libertad de expresión y reivindican la diversidad sexual. Dos de sus integrantes apenas liberadas en diciembre pasado, apoyadas por Amnistía Internacional, se encuentran en Estados Unidos llamando a que no vivamos estos juegos invernales con ingenuidad cómplice.

Por el otro lado, Sochi 2014 también ha sacudido un derecho históricamente pendiente: el reconocimiento de los grupos étnicos y nuestro deber de recordar su pasado.

En la costa noroeste del Mar Negro, justo donde hoy se inauguran los juegos más caros -con 50 mil millones de dólares gastados-, sucedió el primer genocidio de la...

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