Ximena Peredo / Contra la resignación

AutorXimena Peredo

Es claro que el doctor José Manuel Mireles es uno de los presos políticos del gobierno de Enrique Peña Nieto. No es el primero ni será el último en pagar con encierro la autoridad moral que lo distingue frente a su pueblo, y frente a muchos mexicanos más.

Mireles es un ícono de valentía por levantarse frente a un gobierno convertido en cártel, pero sobre todo por luchar contra la servidumbre política.

Lo que pasó con nuestro país apenas puede creerse. La convulsión actual supera por mucho los escenarios prerrevolucionarios de inicios de siglo XX.

Los trabajadores volvieron a la condición de seres desechables. La riqueza natural de nuestro territorio es tratada con un profundo menosprecio hacia la vida que atesora. La salud, la educación y el retiro digno volvieron a ser privilegios que muy pocos pueden pagar.

En tan sólo 30 años la incipiente sociedad civil mexicana fue trozada por políticas inmisericordes que la redujeron a segmentos de mercado.

El narcotráfico es apenas una de las fallas más evidentes del sistema neoliberal, pero de ninguna forma habríamos sobrepasado todos los límites de la violencia imaginada si el aparato estatal, los partidos políticos y los gobernantes no estuvieran reventados por sus propios excesos.

Esto ha incitado en muchos nuevas aspiraciones que ya no son aquellas de ser jefe o comprarse un Ferrari; la crisis de civilización nos ha hecho desear una vida austera, sin desperdicios, en la cual podamos cultivar valores que nos hagan trascender, como la paciencia y el cuidado hacia el otro. Aspirar sencillamente a disfrutar de nuestro trabajo, a sentirnos productivos al compartir, y a disfrutar la diversidad de inteligencias en red, de la que formamos parte, es una respuesta ante la asfixia consumista.

Quienes ambicionamos esta transformación, sin embargo, no podemos evitar preguntarnos si cabemos y si habrá lugar para nuestros hijos en un territorio colonizado por el capitalismo más salvaje.

No aspiramos a derrotar a los gobiernos impostores, ni a combatir a los poderes financieros, sino a construir nuevos acuerdos al margen de circuitos podridos, ¿será posible?

La aprehensión, la sucia imputación de delitos, la humillación...

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