'¿Y a dónde nos vamos?'

AutorDaniel Pensamiento

MOTOZINTLA/ Chiapas

REFORMA/ Enviado

Treinta días después del paso del huracán "Stan", los habitantes de Belisario Domínguez intentan levantar de nuevo sus viviendas entre el dolor y la desesperación.

Las palas y máquinas son insuficientes para rescatar lo que ha quedado de casas, escuelas, casa ejidal y calles de este pueblo de 5 mil habitantes que continúa semisepultado.

"Estoy viviendo como en otro mundo, todo sigue siendo muy amargo, lo perdido jamás lo voy a recuperar", dice entre el llanto Isidora Santos López, quien perdió a su hija Gladis y a sus cuatro nietos el 4 de octubre.

Doña Isadora está junto con su esposo Francisco Ángel Alegría en el centro de acopio que fue instalado en el dispensario de la parroquia.

Ambos fueron rescatados del lodo y las piedras al igual que su yerno, Álvaro Mejía, quien fue trasladado en un helicóptero a un hospital de Motozintla, y luego hacia la capital del estado Tuxtla Gutiérrez, por una herida en el brazo.

"¿Para qué va a regresar, para qué va venir a recordar la tristeza? Creo que lo mejor para todos hubiera sido morir con mis niños, mi hija. Ahora, ¿a dónde nos vamos?

"Las montañas que antes eran redondas, puntiagudas, ya nos dejaron caer piedras y lodo matando nuestros seres queridos, y ni siquiera nos han dejado un lugar seguro para vivir.

"Allí están los cerros, y con cualquier lluvia fuerte nos van a dejar caer más lodo; tengo poca fuerza, la que me queda para tratar de sacar el lodo y regresar a la casa mientras no llueve", lamenta don Francisco, que tiene una herida en el pie derecho.

...

En el pizarrón del centro de acopio de la Iglesia, están las frases: Dios perdona; el hombre a veces perdona; pero la naturaleza jamás perdona.

Los 25 kilómetros que separan la cabecera municipal de Huixtla de Belisario Domínguez son un hilo de carretera, 61 parches que permiten provisionalmente el tránsito de vehículos, pero dependen de la lluvia.

Los pasos provisionales están al pie de los cerros, de bancos de arena y 100 metros arriba de la corriente del río. Son 25 kilómetros que se recorren en una hora y 45 minutos a bordo de un vehículo.

En medio de los gajos de cerros y atravesados por dos brazos de ríos, ahora pequeños, están las 213 casas del pueblo que los sobrevivientes tratan de desenterrar para volverlas a habitar.

"¡Es como una desesperación que no acaba de terminar!", externa el sacerdote Ignacio Abel Hernández Valencia.

"Bastante se ha expandido ya la desesperación, es necesario disponer...

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