¿La tele o las tablas?

AutorHaydé Murakami

Por los escenarios mexicanos parece haberse desatado esta ola de apariciones. Apenas hace un par de semanas Mauricio Castillo nos sorprendió con su Estética del Crimen, Danna Paola sigue su éxito con Anita La Huerfanita, Pedro Armendáriz continúa en su delicioso papel de Tevye en Violinista en el Tejado, Itati Cantoral también hace lo suyo en Cabaret, y así, decenas de actores, experimentados o muy jóvenes y conocidos por su trbajo en la tele, hacen brillar las marquesinas de los mejores teatros para placer de sus admiradores.

A esta cascada se agregan dos obras: Confesiones de una Güera Oxigenada, con los maestros Héctor Suárez, Otto Sirgo y Sergio Kleiner, y algunos ejemplares de la nueva camada de actores, como José Suárez, Isabel Madow y Mauricio Barcelata: y la primera producción de Ocesa Teatro del 2005, Orgasmos, La Comedia, con las actuaciones de Galilea Montijo y Héctor Sandarti (ambos haciendo su debut en las tablas).

En estos foros no hace falta andar con el control remoto en la mano. Igual que en sus trabajos en televisión, aquí también hay conteo en reversa 3-2-1, sólo que esta vez nadie repetirá una escena o podrá darse el lujo del furcio, a los actores no los consolará imaginar que el público se divierte en la sala de su casa porque, ellos lo saben, con el Señor Teatro no se juega.

¡Pásele, güerita!

Si Héctor Suárez, con sus 46 años de brillante trayectoria, dice que Confesiones de una Güera Oxigenada es una de las obras más difíciles que ha hecho en su vida... entonces hay que ir a ver eso.

El margen de fracaso es corto, le acompañan en escena Otto Sirgo, con sus más de tres décadas como actor, y el también experimentado Sergio Kleiner. Y, por si los caballeros no estaban convencidos, también la incipiente actriz Isabel Madow engalana la marquesina.

Se trata de un trabajo llamado "astracanada", rama de la comedia pocas veces abordada, quizás por los malabares actorales que supone lo disparatado y delirante del tono. En este caso, hay entradas y salidas de personajes, múltiples cambios de vestuario y maquillaje completos en pocos segundos... y hasta un extraño león (de utilería a falta del real que se negó a actuar) que gusta de morder en partes, digamos, carnosas de algunas estrellas.

"¡Y además eso!, para 'facilitarnos' las cosas tiene que haber un 'che león. Esto es un delirio, y si la logramos como está escrita va a ser delirante, hilarante y el público se va a morir de la risa. Depende de nuestro trabajo, por supuesto...

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