¿A dónde te fuiste Revolución?

AutorArno Burkholder de la Rosa

Texto: Arno Burkholder de la Rosa

Fotos: Archivo General de la Nación y Óscar Mireles

Es el invitado incómodo de las fiestas de 2010, el clásico pariente al que aprecias y por eso lo invitas a tu cumpleaños, pero desearías con todas tus ganas que no se apareciera.

En la publicidad gubernamental sobre los festejos del Bicentenario, la Revolución mexicana ocupó un segundo lugar. No brilló tanto como la Independencia, porque es más sencillo sacar a relucir al padrecito Hidalgo, al valiente Ignacio Allende, al gran Morelos, a doña Josefa y a su esposo, a Mina, a Guerrero y a Guadalupe Victoria, pues, para el discurso oficial, todos ellos pueden mezclarse en una sola idea: un grupo de patriotas mexicanos que dieron su vida para que el país dejara de ser una colonia española.

¿Pero qué acaso no fue así?, podría preguntarse y habría que contestar que no, o que por lo menos no fue ése su único interés.

Lo que se ha llamado Guerra de Independencia es una etapa de la historia de México en la que estuvo en juego mucho más que simplemente convertirse en un nuevo país. Pero, al estar ya tan lejana, es más sencillo imponer un recuerdo y eliminar todos aquellos aspectos que chocan con el discurso oficial, como las matanzas de Hidalgo, el arrepentimiento de Morelos y el hecho de que al final ellos no lograron la Independencia: ese mérito le corresponde a uno de nuestros villanos favoritos, Agustín de Iturbide.

Para la propaganda gubernamental la Guerra de Independencia es muy simple y eso la hace fácil de utilizar, además de que cuenta con un ritual muy poderoso que ha entrado en la psique del mexicano y que apela a sus emociones más escondidas: la fiesta del 15 de septiembre, en la que, por una noche, el Presidente en turno se convierte en el heredero de todos los héroes nacionales y por ello tiene el derecho de tocar la campana del cura Hidalgo, llamando a las masas al festejo nacional.

Con la Revolución no pasa así o, por lo menos para el gobierno actual no es tan fácil manejarla igual que la Independencia.

Primero, porque a pesar de que, como señala Daniel Cosío Villegas en un muy célebre ensayo, la Revolución mexicana no tuvo un discurso ideológico claro (puesto que no es lo mismo el anarquismo de los Flores Magón que la democracia liberal de Madero o que los reclamos campesinos de Zapata o el nacionalismo de Cárdenas, y otros más), al final dos ideas se impusieron en el imaginario colectivo sobre la Revolución: ésta se llevó a cabo para que el poder...

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