¿Locos por la guerra?

AutorHaydé Murakami

Pintas en los muros maldiciendo a Bush, instituciones públicas y privadas que manifiestan su repudio a la guerra, marchas multitudinarias, apedreos a la embajada de Estados Unidos, McDonald's semivacíos, políticos con aspiraciones a delegados que aprovechan para ganar puntos entre el electorado, conciertos, danza, exposiciones, obras de teatro, mails saturados de cadenas que piden firmas, hacen chistes, proponen boicots o afirman que han descubierto el hilo negro y perverso detrás del caos en Iraq...

Lo que es cierto es que todas estas manifestaciones funcionan como una válvula de escape que definitivamente alivia la angustia que genera la actual guerra, afirma la doctora Rebeca Aramoni, directora del Instituto Mexicano de Psicoanálisis, fundado hace 40 años por Erich Fromm.

"Aunque se diferencian claramente tres grupos", aclara, "el ofendido, que cree que la guerra es un hecho inconcebible, atroz y narcicista; y el grupo que, efectivamente, está muy enojado en contra de la guerra, pero lo manifiesta con más violencia creyendo, por ejemplo, que es justificable irse contra la gente que trabaja en la embajada. Ahí descansa lo irracional: protesta contra un acto violento con más violencia", explica Aramoni.

"El tercer grupo responde a un motor inconsciente, y toma de pretexto cualquier cosa para manifestarse en contra de la autoridad, o lo usa para sacar sus frustraciones, capitalizando este conflicto para conseguir su objetivo de llamar la atención, entonces es un escenario ideal porque se dan rienda suelta para dejar salir estos rasgos psicopáticos o violentos, y pueden apedrear a los granaderos, quemar banderas y agredir a los demás ciudadanos".

La buena noticia es que formar parte de cualquiera de estas manifestaciones provoca un sentimiento muy positivo de energía, empatía, cohesión y refuerza los lazos interpersonales, estimulando el sentido de pertenencia a un grupo. La mala nueva es que se trata de un efecto momentáneo.

Debido al ajetreo autómata cotidiano, estos estímulos sacan temporalmente al individuo de su enajenación, pero, en general, al terminar la manifestación vuelve al estado autómata, dice la especialista.

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