León R. Zahar / Síndrome del terror en Occidente

AutorLeón R. Zahar

La lucha contra el terrorismo parece cada vez más condenada al fracaso o a una guerra interminable. Según los analistas estadounidenses y británicos, en última instancia, su cruzada contra el terror busca "ganar la mente y el corazón" de los pueblos musulmanes, pero esto es poco menos que un absurdo. Desde el 11 de septiembre, la estrategia militar y de inteligencia occidental lo único que ha logrado con eficacia es avivar el fuego del radicalismo islamista.

En efecto, una vez que la Al-Qaeda original, literalmente "la Base", fue atacada en Afganistán, tras una precipitada invasión estadounidense, miles de otras pequeñas bases terroristas han surgido en el resto del mundo musulmán y, peor aún, dentro de comunidades musulmanas asentadas en países occidentales.

Por si fuera poco, la invasión estadounidense a Iraq, dos años después, sólo empeoró la situación. Se trató de una operación fallida la cual ha abonado terreno nuevo para que florezcan otras al-qaedas que ahora incluso regresan a Afganistán. El aparato militar de Estados Unidos y el Occidental en general, centrado en la OTAN, había sido diseñado para una eventual guerra con la Unión Soviética o con algún Estado comunista, es decir, fue planeado para una guerra entre Estados y entre ejércitos formales, pero resulta totalmente inoperante para combatir una guerra de guerrillas que opera casi a nivel mundial mediante células independientes que ni siquiera requieren un comando central.

Sólo requieren una ideología común: el islamismo radical, definido por su odio y sed de venganza contra los "cruzados occidentales".

Mientras que Occidente está literalmente sentado encima de un arsenal militar y tecnológico que les ha costado trillones de dólares, incluido el armamento nuclear, las al-qaedas, las células terroristas islamistas sólo requieren armamento común, fácilmente accesible para cualquier individuo, criminal o no. Sin embargo, la verdadera arma de los terroristas es su capacidad para sembrar el Terror dentro de las complacientes y mimadas sociedades occidentales. Su arma es psicológica; no les interesa pregonar a los occidentales "ateos y decadentes", se trata de aterrorizarlos mediante la destrucción de lo más valioso que poseen: su sensación de seguridad al amparo de un Estado todopoderoso.

Por eso el terrorismo va más allá del asesinato, busca minar las bases mismas de certidumbre del Estado moderno al arrebatarle el monopolio de la violencia. El Estado reacciona con desesperación...

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