¡Fue sin querer!

AutorAlejandra Ordóñez e Israel Martínez

A sus 7 años, Mónica quería saber lo que su mamá sentía cuando fumaba, así que un día decidió encerrarse en el baño y fumar, cuando oyó que la llamaban, nerviosa, tiró el cigarro al bote de basura, el cual comenzó a incendiarse. Al igual que ella, muchas travesuras de los niños son por curiosidad, otras por el deseo de satisfacer alguna necesidad, y también se dan aquellas que se planean para llamar la atención.

Estela Uribe, responsable de la Sala de Asesoría Pedagógica de la ENEP Acatlán, explicó que las travesuras son actos que rompen el orden establecido o transgreden las normas.

Son parte de la formación del pequeño, y los adultos son quienes le dan la categoría de diablura o mal comportamiento.

"Vemos la travesura desde nuestra propia óptica, con sus implicaciones económicas, sociales y culturales; pero no consideramos la perspectiva de descubrimiento que ellos tienen; para ellos, romper un vidrio, por ejemplo, es entender que las cosas pueden tener otro estado.

"Nosotros no lo vemos así porque sabemos que implica trabajo, que que el vidrio tiene un costo y que a lo mejor hay que negociar con otra persona", comentó la pedagoga.

Para Doménica López Olac, educadora y psicóloga con maestría en Modificación de la Conducta, los niños tienden a realizar travesuras para experimentar riesgos y emociones, aunque en ocasiones puede resultar peligoso.

"Todo radica en un punto medio para no caer en extremos de acceder a todas las demandas de los hijos, porque se puede caer en una sobreprotección, pero tampoco hay que descuidarlos; es importante que los niños, aunque deseen jugar, deben saber que existen límites", afirmó López.

Lo óptimo, dijo Uribe, sería que las diabluras sean vistas como deseos de expresar algo.

"Los papás deben darse cuenta que los hijos pueden valerse muchas veces por sí mismos, el secreto es que se conviertan en compañeros del niño y reprendan sin violencia", dijo López.

Las especialistas sugieren que en vez castigos, se entable un diálogo donde se explique las consecuencias de sus actos y se precisen los límites.

"En ocasiones los niños hacen travesuras para manipular a los adultos; en general es fácil ver cuándo algunas pueden ser perjudiciales, como cuando no respetan reglas de espacio o ponen en riesgo o a los demás", dijo López.

Cuando un niño hace diabluras constantes, se consideran un signo de alerta, apuntó Uribe, ya que pueden ser indicadores de que existe algún problema en su desarrollo.

En estos casos, dijo, se...

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