¡Es Puma!/ La emocionante mediocridad

AutorGermán Dehesa

Con una especie de funeral vikingo terminó el impredecible, el irregular, el horripilante "Torneo de Verano" del futbol nacional.

Visto en conjunto, el campeonato se antoja mediocre, pero ya mirado en detalle resulta horroroso. Violencia en las tribunas, muchos arbitrajes dudosos, equipos que goleaban una semana para ser goleados en la siguiente, conjuntos como el León que viajaban sin escalas de la agonía al éxtasis, horarios y calendarios que se arreglaban sobre la marcha y sobre las rodillas, dirigentes y femexfutos actuando como en película de los Tres Chiflados, tristísimo final de la era Necaxa-Toluca, indefendible naufragio de los Pumas, tardía resurrección de Chivas, vía crucis irapuatense y, en general, un futbol aflojerado, conformista, puntista y burocrático.

Dirán lo que quieran, comentaron los cronistas de Televisa en la última jornada, pero ha terminado de manera muy emocionante. Pero no ha sido de gran futbol, aventuraba alguno; pero ha resultado muy emocionante; insistía la mayor y más canina garganta. Pero es que no ha habido; ¡pero ha sido muy emocionante! volvía a fulminar la garganta profunda. De acuerdo: ha sido hiperemocionante.

Hasta la última fecha, nadie sabía quién podía ganar y quién podía perder. Esto, me atrevo a comentar, puede deberse a que la gran mayoría de los equipos no sabía muy bien si en verdad tenía deseos de ganar y/o cómo podría hacerle para no perder.

Examinemos un caso: el partido América-Atlante, donde al primero le iba la posibilidad de quedar como puntero general (después de una campaña profundamente gris) y al segundo su estancia en la Primera División (con la reserva del partido de los 5 millones que fue otra de las mafufadas de este torneo).

¿Salió el América a ganar? Con la excepción de Luis Hernández, que es un prodigio de energía y competitividad, y de Ríos que detiene todo, yo diría que no. Pues ganó y con holgura.

¿Salió el Atlante a perder? Una vez más digo que no. El Atlante dio, sobre todo en el primer tiempo, un excelente partido. Literalmente, se cansó de llegar a la portería americanista gracias, sobre todo, a los constantes desbordes de Carlos Sánchez que se puso a jugar en serio. No cayó el gol. Frankie Oviedo, que es malo pero constante, metió un gol americanista con una jugada que todo mundo conoce y prevé, salvo la defensiva del Atlante.

El segundo tiempo fue un desbarajuste. El América sobrellevó las cosas y a Manuel Lapuente no se le ocurrió mejor cosa que sacar a su hombre...

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