Nostálgico camino

AutorCecilia Núñez

Enviada

ARIZONA.- ¿Qué tan tentador suena recorrer el trayecto que cruza de costa a costa Estados Unidos? Al cual se le considera un museo viviente que retrata el "american way of life" con paisajes de película hollywoodense sacada de los 50, con todo y crinolinas y chamarras de cuero. Más de 3 mil 200 kilómetros que van de Chicago a Los Ángeles.

La Ruta 66 atraviesa ocho estados y más de 200 pueblos que aún dejan ver el esplendor de la época dorada en que brillaron, cuando el camino era lo importante, y el destino, lo de menos.

Pueblos en los que habitan los fantasmas del oeste, donde se relatan leyendas de famosos (como el matrimonio de Clark Gable y Carole Lombard en Oatman) y donde, al entrar a una tienda o a un motel, se habla directamente con el dueño, que seguramente es un anciano rockero de corazón, enamorado de la carretera y que se niega a aceptar que los viajeros contemporáneos tengan más prisa por llegar que ganas de explorar.

Así fue como la 66 nos sedujo. Dejamos de lado la novela de Steinbeck "Las Uvas de la Ira" -que nombra a esta ruta como la "Mother Road"-, tomamos el volante con aires de James Dean y subimos el volumen a la canción "Get Your Kicks on Route 66" de los Rolling Stones.

A 70 kilómetros por hora y con tiempo de sobra para hacer una parada en cada lugar que nos llamara la atención pudimos captar el espíritu nómada de la "Calle Principal de América".

Cada tramo nos rebelaba su historia, que comenzó en 1930, cuando era el trayecto que seguían los emigrantes a la ciudad prometida de Los Ángeles, quienes huían de las tormentas de polvo de los 30 y de las fuertes depresiones económicas que azotaban las ciudades del este.

Para los años 50 y 70, la Ruta 66 era el lugar donde se debía estar, presumiendo el carro de moda y la copiloto más hermosa. Los pueblos de los alrededores se llenaron de bares, neverías, restaurantes, moteles y tiendas para comprar productos que hacían alusión a la vía.

El principio del fin, de la época de oro de la "Carretera Madre", fue a mediados de los 50, cuando el Presidente Eisenhower, fascinado por las autopistas alemanas, soñó con un sistema de carreteras llamado Autopista Interestatal. La promesa era viajar a grandes velocidades, de un extremo a otro del país, sin hacer ninguna parada.

Las interestatales se construyeron paralelamente a la 66. El camino se recorría en la mitad de tiempo, y la magia de parar, tomar una malteada y escuchar música fuera de los autos murió, justo al principio...

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