¡Es Puma! / Tres goles y un funeral

AutorGermán Dehesa

Pumas-América. En el palco donde yo estaba, todos nos debatíamos en un dilema existencial: ¿queremos que gane Pumas y que con ello Hugo Sánchez continúe sus trabajos de demolición?, o bien ¿queremos que gane el América y que nos terminen de hundir en el oprobio?. Nadie tenía una respuesta cierta, aunque ese espíritu que habla por nuestra raza nos decía que pasara lo que pasara, la idea de perder con el América era intolerable.

En ese estado de postración espiritual y moral recibimos a los Pumas cuya alineación era básicamente la de siempre: dos jugadores enteramente confiables y constantes, Leandro y Verón, algunos otros emblemáticos y medianitos, Joaquín Beltrán, Parejita López, Gerardo Galindo, Sergio Bernal y otros que, con razón o sin ella, cobran cada quincena. Esto incluye a los cuatro centros delanteros que con tanta astucia acumuló Don Hugo para poder demostrar que la suma de cuatro hombres es igual a cero.

Por su parte, el América que todavía tiene el delirio de golear en su cancha a Vélez Sarsfield y que además no tiene el menor respeto ni por Pumas, ni por la afición, alineó a nueve juveniles mataperros y añadió, por no dejar, al Piojo y a Guillermo Ochoa. Esto lo hizo para que no lo fueran a confundir con el Real Tonatico, un equipo muy prestigioso en la liga de minusválidos mexiquenses. Algunos aficionados pumas conmovedoramente ingenuos se dijeron: ésta es la nuestra; el América está jugando con los suplentes de sus suplentes; podemos arrasar. Para evitar esto, en la cancha estaba Don Hugo León Guajardo quien salió muy contento a pastar esta mañana después de haber desayunado abundantemente avena y camellón y de haberse prometido no meterse en ningún lío y sobre todo evitar cualquier malestar de Televisa. La verdad es que este bovino se equivocó para los dos lados, pero se esmeró en no contrariar la voluntad del niño Azcárraga y de su tío Cañedo.

La estrategia ofensiva de Pumas es refinada y terrible: avanzan como pueden hasta dos tercios de la cancha, si logran llegar ahí y ya con la tranquilidad del deber cumplido, mandan un centro bombeado, lo que se llama un "ollazo", rumbo al área chica y de inmediato le rezan a San Justo Sierra para que una providencial cabeza anote el ansiado gol. Esto nunca sucede, porque en los Pumas...

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