¡Es Puma! / La consternación

AutorGermán Dehesa

Se supone que el futbol mexicano quiere ir a la Olimpiada de Atenas. Se supone que La Volpe avisó que ahora sí la cosa iba en serio. Se supone que, entre los 30 millones de mexicanos que conservadoramente practican el futbol, iban a escoger a la puritita flor de nuestra juventud. Puras suposiciones. La Selección Mexicana S.A. de C.V. que hemos visto hasta ahora en el torneo eliminatorio de CONCACAF organizado en Guadalajara es una novísima copia al carbón de aquellos ratones verdes que hace ya muchos años bautizó Don Manuel Seyde. Sigue la ratonera dando.

Todo se presentaba favorable para México. Tuvieron tiempo para concentrarse, para entrenar, para compenetrarse. De hecho, ya casi todos los jugadores traen consigo uno o varios sonados fracasos en diversos torneos. Tienen buena amistad con la derrota. Este torneo Preolímpico se está disputando con cancha y público propios y el grupo eliminatorio que le tocó a nuestros aguerridos aguiluchos era de tal modo flojo y mediocre que constituía casi una exigencia para que los verdes calificaran tranquilamente en primer lugar. Todo a favor de México menos la Selección de México.

Los equipos de Trinidad Tobago y de Jamaica son francamente lastimosos. Golearlos es más fácil que encuerar a una borracha. Y sin embargo, los hombrecitos de verde se esmeraron en complicarse la vida. Los trinitarios eran once fornidos y pigmentados tamemes reclutados en diversos mercados de la localidad. Sería calumnioso decir que daban la impresión de nunca haber jugado al futbol. Algún partido de solteros contra casados habrán disputado. Su único argumento deportivo era su solidez física y su buena condición atlética. Por aquí comenzamos mal. Los indómitos aztecas por inexplicables razones decidieron que la buena estrategia era jugar al choque contra los trinitarios. Cada vez que uno de nuestros subnutridos huehuenches se le iba encima a alguno de estos roperos de ébano, hasta ganas daban de llorar al ver cómo rebotaban y se les zafaban varias piezas a resultas del brutal impacto. Se autofauleaban jubilosamente. Para el medio tiempo ya iban arrastrándose y quejándose de la rudeza de los caribeños. De este error de planteamiento surgió la inesperada ventaja de los charolados muebles. Mientras los tenochcas se retorcían y se sobaban tirados en la grama, un negrazo agarró el balón, arrancó como ratero de San Juan de Letrán y fulminó a nuestro portero con un tiro magistral. La Volpe se mesaba ese pelo tan hermoso, limpio y...

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