Vuelve el dulce extraterrestre, a Guadalajara

AutorErnesto Diezmartínez

Fotos: Roberto Antillón

El cine hace tiempo cumplió sus primeros cien años y su indisputada condición de arte prestigioso y con historia propia nos ha llevado a una época de añoranzas, homenajes, revisiones y recuerdos. Sólo en los últimos meses y tomando en cuenta la cartelera mexicana, han abundado las versiones remasterizadas (La Noche de un Día Difícil, La Gran Ilusión), los remakes (Rollerball), las revisiones de clásicos (El Mosquetero, próximamente El Conde de Montecristo), las continuaciones tardías (Peter Pan en El regreso al País de Nunca Jamás) y las versiones corregidas y aumentadas: Apocalipsis Now Redux y, ahora, en su 20 aniversario, E.T. El Extraterrestre (ET the Extra-Terrestrial, 1982).

El nuevo E.T. está remasterizado, algunas escenas han sido "mejoradas" digitalmente, se cambiaron algunos diálogos, se agregaron algunas secuencias (entre ellas, al parecer, una en donde aparece, en un cameo, Harrison Ford) y le quitaron las pistolas de las manos a los agentes del servicio secreto que persiguen al simpático alien, para colocarles -vía tecnología digital- unos walkie-talkies. Fuera de estos detalles -algo chocantes, la verdad-, E.T. sigue siendo el mismo. La duda es si las nuevas generaciones de cinéfilos aceptarán al susodicho extraterrestre de la misma manera que los que lo conocimos 20 años atrás.

Permítanme una confesión. Vi E.T. El Extraterrestre a los 16 años de edad. En la memoria personal, permanece como una de las películas que más me han conmovido. Claro, 20 años después, podría tratar de justificarme por esos devaneos sentimentaloides, alegando que en la adolescencia (casi) todo emociona pero, la verdad, no creo razonable el disculparme por haber llorado en el cine hace dos décadas. Jorge Ayala Blanco escribió en "A Salto de Imágenes" (Ed. Posada, 1982) que la (falsa) muerte del E.T. es una de las más desgarradoras agonías en la historia del cine infantil, apenas comparable con la de la mamá de Bambi (1942). De acuerdo: no puedo mencionar otra película en la que la resurrección del personaje principal haya llevado a experimentar un júbilo tan frenético como el que provocó la famosa escena en las salas en la cuales me tocó ver el filme hace 20 años. ¿Surtirá efecto aún la aviesa manipulación spielbergiana entre los niños postmodernos de principios del siglo 21? ¿O las salas estarán, más bien, llenas de nostálgicos treintones tratando de recuperar el recuerdo de la infancia, mientras arrastran a sus escépticos hijos...

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