De Vuelta al Ruedo / Manuel Caballero, torerazo

AutorMartha Figueroa

Cada vez que una mujer dice "todos los hombres son iguales", me entra la risa y pienso: pobre inocente, hay que presentarle a un torero. No las critico mucho porque tampoco es tan fácil ir por la calle y toparte con alguno. Ni andan por la vida vestidos de luces ni hay tantos, pero eso sí, son hombres diferentes.

Sin ponernos exigentes cual Paquitas las del Barrio, yo digo que los hombres son en general lindos, pero si encima tienen atributos taurinos, de los internos y de los que no se ven pero se notan... ¡ah, qué maravilla!

En realidad, a lo que yo iba es que Manuel Caballero, mi torero consentido (perdón Armillita y Amaya), acaba de ser noticia porque se retiró de los ruedos a los 33 años. Lo más curioso del tema es que todo mundo se quedó tristón -porque es un gran torero- pero principalmente, intrigadísimo por la edad que escogió para despedirse ¿Por qué a los 33?

Yo lo que creo es que la gente tiene una fijación muy rara con ese número de años. Un amigo bastante cursi dijo que a los hombres les ilusiona llegar a los 33 tanto como a las niñas cumplir los 15. ¿En serio?

Con algunas excepciones, los toreros sueñan con triunfar por tres razones: ganar mucha lana, tener un rancho enorme para vivir con una tropa de hijitos y una esposa comprensiva, y porque nada se compara con sentirse heroicos y dominadores frente a un animal de 500 kilos cada vez que se lo pasan por la barriga.

Manuel ya logró todo eso, aparte le gusta la edad de Cristo y tiene un sentido del humor espectacular.

Con eso de que no todos los días se cortan rabos en la Plaza México, celebramos dos días seguidos. Para no perder tan pronto el contacto con el campo y todo eso -y para que no se nos cruzaran el tequila y el vino tinto, hay que decirlo- nos estábamos comiendo casi una vaca entera con todo y papas, cuando se nos aparece el "Diputado Mayor".

Con lo felices que estábamos el matador, el ganadero Pepe Huerta, nuestro cuate Ricardo González y Johny Laboriel, hasta gusto nos dio saludar a Manlio Flabio Beltrones y su cuate perredista.

No es que uno no quiera a los políticos, pero últimamente las cosas no están como para andarse codeando con ellos, digo yo.

Y como sinceramente espero que tengan cosas más productivas que hacer que leer...

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