De vuelta al ruedo / La boda del año

AutorMartha Figueroa

Esta columna iba a ser un verdadero poema. Una oda total al amor. Bueno, al amor y a la risa, porque iba a dar los detalles de la boda de Ricky Martin y el vestido que me pondría para el bodón. Es precioso. Azul plúmbago, un hombro descubierto... Peinado de diario, porque no me sé peinar de otra manera y está tan corto que no alcanza para un chongo de señora decente. Todo eso. Nada que no se merezca Ricky, que es un tipazo y una persona impresionante por donde le vean.

Me acuerdo de cuando Ricky presentó oficialmente al asesor financiero González en una entrega de premios. Debo confesar que cuando el cantante soltó un amoroso "gracias a mi novio, Carlos...eres lo máximo", se me puso la piel de gallina, descansé y me dije a mí misma "¡el amor existe!". Sobre todo, porque el hombre pasó años y años debatiéndose entre el "diré o no diré que soy gay". Ya saben que soy una de esas personas que piensan cosas extrañas en momentos insospechados.

Por eso y más, cuando leí por ahí "¡Se casa Ricky!" brinqué de gusto. Por favor, no crean que exagero, lo que pasa es que a veces, cuando tienes poca vida de pareja cerca, la emoción te traiciona.

La fecha anhelada: 28 de enero. Lugar: Nueva York. Y esta columnista ya se veía comiendo en los hot-dogs de Bark, en Brooklyn, antes de la ceremonia. Es que pensé: "tomando en cuenta que Ricky es boricua y budista, seguramente se alimenta de cosas rarísimas y el menú nupcial no promete mucho. Mejor voy con la barriga llena". Tienen que saber que esos 'perritos calientes' son una joya. Para empezar, no sé de dónde sacan esas salchichas (bueno, sí sé. Fue un piropo), pero saben a gloria bendita. Luego, si arriba le pones 'chili', queso, tocino, cebollas dulces, mostaza especial y pepinillos, se convierten en un sueño, un 'hot-dream'.

Pero no se distraigan con este pequeño breviario culinario y 'colesteril'. Siguiendo con los preparativos del casamiento, lo que no sabía era qué...

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