De vuelta al ruedo / Se nos fue

Si yo fuera Michael Jackson, me hubiera muerto otro día, después de los 50 conciertos o a la mitad de la gira de Londres, para dejarlos picados. O el 5 de julio para boicotear las elecciones. ¿Se imaginan? Hubiera sido precioso que, a la mitad del conteo de votos (nulos), de repente: "¡Se murió Michael!", y ya nadie le hiciera caso a la bola de pesados de los candidatos.

Pero no. Aunque en una fecha rara, muy mal escogida, nos ha dejado el Rey del Pop. Si notan que hoy no he usado mi consabido humor negro, es que no puedo por obvias razones. La cosa es que se nos fue el que tantas charlas inspiró.

El otro día, mientras le hacía un homenaje personal a Michael y, la verdad, me burlaba un poquito cantando "This is Thrilleeeer, thriller night", un amigo me dijo que era una pena que nunca sabríamos la clase de persona que era Jackson. "¡Qué mal que sólo se guíen por las noticias", me dijo.

No sé ustedes, pero yo no lo conocí. Sólo lo vi un par de veces a lo lejos: cuando cantó en el Estadio Azteca, y un día en Masaryk, que andaba feliz de compras. Michael, no yo. Y la verdad, me acuerdo que pensé que era feísimo y que seguramente saludaba con la mano aguada. Ugh. Bueno, la cosa es que, según mi amigo, él sí lo conocía "profundamente" gracias a que ¡había leído el libro de poemas Dancing the Dream, que escribió Jackson!, y que por eso sabía lo sensible, humano y buena persona que era. Ay sí, tú.

Me van a perdonar pero, para conocer a alguien, se necesita mucho más que eso, ¿no? Que luego no saben la cantidad de mentiras que dicen las personas que escriben (ja).

Me pregunto a mí misma: "Mi Martha, ¿cuál sería el Michael verdadero?". Es que había tantos. ¿Cómo no quería que la gente se confundiera?

El que tenía cámaras de seguridad en el baño de su casa por retorcido. El que luchaba contra el hambre en África en plan "We Are the World". El pederasta que se merendaba a los chamacos en su rancho y mientras les daba de beber "Jesus Wine" (vino tinto) en latas de refresco para que se relajaran (uy, qué fuerte).

El hombre cuyo mejor amigo era ¡un...

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