La voz de la igualdad

AutorDaniel de la Fuente

Una de las mujeres en la marcha de este domingo en que se conmemora el Día Internacional de la Mujer quizá pase desapercibida por la mayoría, integrada por jóvenes, pero no para las que la reconocerán por sus años de labor dedicada al estudio de la equidad de género y a la defensa de los derechos de las mujeres.

"Feministas desde 2002, de otro tipo desde 1968", afirma Lídice Ramos Ruiz al hablar de las marchas en que ha participado.

Por años no pudo asistir por salud y ahora sólo hace presencia: "Ya no marcho por las calles, pero allí estoy al inicio y al final".

Lídice, quien al preguntarle por su edad dice sin contestar: "¿Biológica o de mi despertar social?", es la directora del Centro de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL, fundada por ella hace más de 20 años, pero si le preguntan desde cuándo es feminista suele responder: "Desde siempre".

"Tengo una versión muy fuerte del lado femenino", dice.

"Anita Lozano, mi abuela materna, quedó viuda a los 5, 6 meses de que nació mamá. Cuando hace 100 años vivía en Parás y se dio cuenta de que por ser mujer no podría trabajar las tierras que le dejó su marido, que su hijo varón iba a ser siempre el peón de los tíos y que a sus hijas lo único que les deparaba la vida era casarse con un ranchero, decidió venirse a Monterrey y hacer lo que sabía hacer: Cocer a máquina".

Pronto aquella matriarca que reparaba en casa prendas de la fábrica La Medalla inscribió a Griselda, la mamá de Lídice, en una escuela aledaña a la Basílica del Roble, dirigida por Cruz Robledo, como una tía para la feminista.

Años después alguien le dijo a Anita que el Gobernador daba becas y fue a pedir una para Griselda. Así, pudo estudiar en la Normal Miguel F. Martínez, y cuando egresó, contrario a los hombres, que al egresar los hacían inmediatamente directores de escuelas, a ella la mandaron a dar clases en Montemorelos.

"Y allá va mi abuela con ella, allá vivieron", describe. Fue en ese municipio donde Griselda conocería al papá de Lídice: el reconocido educador Humberto Ramos Lozano, entonces dirigente sindical.

Por su padre, ligado inicialmente al movimiento obrero, estuvo cercana al auge industrial tanto ideológica como físicamente, pues creció a cuadras de Fundidora en una vivienda modesta, aunque llena de libros, tal como hoy luce la suya y que mostrará más tarde en el segundo piso.

Fue de las primeras niñas en un jardín de niños, en la Alameda.

Para ella fue inevitable inclinarse hacia la...

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