Voto, diferencia sexual y paridad

AutorMarta Lamas

Marta Lamas

Antropóloga y fundadora del Grupo de Información y Reproducción Elegida (GIRE).

Sin negar que la obtención del voto femenino fue una victoria parcial que hay que celebrar, contemplada retrospectivamente es evidente que aunque el derecho a votar y ser votadas emparejó formalmente a las mujeres con los hombres, no significó la disolución del privilegio político masculino. Las leyes, por sí solas, jamás han bastado para asegurar la concreción efectiva de los derechos que enuncian, y el acceso de las mujeres al voto no ha provocado una real igualdad política con los hombres. Como decía Carlos Monsiváis, el cambio político debe ir de la mano del cambio cultural, pues sin cambio cultural lo político no se arraiga. Y en ese sentido todavía falta mucho.

A pesar de que ha habido avances desde el siglo pasado, en México -como en todo el mundo- las mujeres están subrepresentadas en las élites que toman las decisiones políticas en el gobierno y el Congreso. La especie humana está compuesta de un 50 por ciento de mujeres y un 50 por ciento de hombres (a veces es un 51 y un 49, incluso de un 52 y un 48 por ciento), por lo que una proporción similar es una representación paritaria. Cuando el porcentaje es de 20/80 o de 30/70, no hay paridad política, o sea, el poder sigue repartido desigualmente entre mujeres y hombres. En cuanto se acerca al 40/60 empieza un arreglo más justo, como ocurre en nuestro país con la cuota de representación en el Congreso. Como el desequilibrio numérico atenta contra los principios igualitarios y democráticos, y distorsiona la representatividad de la nación, se han planteado las cuotas como palancas indispensables para ir equilibrando la sobrerrepresentación de los hombres. Sin embargo, esas acciones afirmativas producen irritación y rechazo, pues son percibidas como meras concesiones y, encima de todo, tienen efectos perversos como "las Juanitas".

La homogeneidad política masculina en el gobierno se adorna con unas cuántas mujeres, pero los núcleos centrales del poder sustantivo están compuestos casi absolutamente de varones. Esta brutal ausencia de mujeres no se debe a la inexistencia de mujeres capaces o preparadas, sino a una dinámica cultural machista, que permea la vida social y política de nuestro país.

La promesa democrática de igualdad entre los sexos que proyectó hace 60 años la obtención del voto se desvanece cuando se analizan las vidas concretas de las mujeres. Con el derecho a votar y ser votadas lo...

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