Vivir con leucemia a los ocho años

CIUDAD DE MÉXICO, febrero 15 (EL UNIVERSAL).- Hace siete meses, Uriel comenzó a defender su vida. La primera señal de alerta fue la palidez de su rostro y un dolor de espalda tan fuerte como nunca había sentido. A esos síntomas siguieron visitas interminables a clínicas y hospitales con la certeza de que era una lucha contra el reloj. Luego vino la respuesta que nadie quería escuchar: Con ocho años, Uriel era diagnosticado con leucemia.

La alta incidencia del cáncer infantil es considerada como uno de los principales problemas que enfrentan los países en vías de desarrollo.

En México esto se cumple, pues la Dirección de Epidemiología de la Secretaría de Salud lo considera como la primera causa de muerte entre menores de cuatro a 15 años. Las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) lo comprueban.

Datos oficiales indican que de 2010 a 2015 han muerto 13 mil 710 menores de entre 0 y 17 años a causa de cáncer. Sólo en 2010 fueron 2 mil 443 los que perdieron la vida, cifra que cinco años después, en 2015, disminuyó a 2 mil 235 muertes. Pese a esa aparente reducción, la tasa de mortalidad por esta causa no ha disminuido pues desde 2010, de cada 100 muertes por cáncer, tres fueron de niños. Una tendencia que se ha mantenido durante cinco años.

A esto se suma que la leucemia es el cáncer más común en niños, pues es la responsable de 50% de las muertes.

El cáncer infantil puede empezar con un dolor óseo intenso, como en el caso de Uriel, pero no es el único síntoma. Según el Centro de Cáncer ABC, existen al menos cinco señales de alarma para detectar esta enfermedad.

La primera de ellas son moretones o sangrado de nariz o encías, seguido de palidez y cansancio. También puede presentarse pérdida de peso sin razón aparente o inflamación persistente en ganglios sin razón infecciosa. Precisamente la detección temprana de estos síntomas será la que determine las posibilidades de cada paciente para vencer el padecimiento.

Así lo entendieron los padres de Uriel. Fue por esa razón que desde que recibieron la noticia decidieron que su hijo tenía que vivir. Desde entonces, cada semana viajan desde Cancún, en Quintana Roo, hasta Mérida, en Yucatán, para que Uriel reciba el tratamiento que no le proporcionaron en su ciudad, pues en Cancún no hay hospitales públicos especializados en Oncología.

?El IMSS nos tuvo que canalizar al que está en Mérida. No podíamos dejar pasar más...

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