'Antes vivía con miedo'

AutorNatalia Vitela

Que un joven de 18 años tenga casa, empleo y escuela no es nada extraordinario, pero que Javier Tome cuente con ello, sí.

Durante seis años se dedicó a "causar lástima a los automovilistas" para conseguir dinero y drogarse, el mismo número de años le costó rehabilitarse y aprender un oficio, y pasar así de ser un niño en situación de calle a un joven productivo.

Antes "faquireaba" y limpiaba coches en los cruceros. Ahora es ayudante de labores en el Wings del Hospital 20 de Noviembre.

Con la compasión de los conductores juntaba, en ocasiones, hasta 100 pesos diarios, cuyo destino era comprar droga. Con los mil 600 quincenales que recibe como salario, desde hace cinco meses, por lavar la loza, limpiar los pisos y sacar el cochambre paga la renta y cubre sus necesidades básicas.

Y así como abandonó las drogas, quiere dejar de ser analfabeto, por eso cursa la primaria en el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos.

Maltrato

Como muchos de los niños en situación de calle, Javier abandonó el hogar paterno porque era víctima de violencia. "Mi padrastro nos maltrataba mucho a mí y a mi hermano más chico", recuerda.

Recién murió su mamá, Javier, de apenas 6 años, huyó de Puebla, su estado natal, junto con uno de sus hermanos, un año menor que él, rumbo a las calles de la Ciudad de México.

"Nos empezamos a juntar con chavos de la calle, y ellos nos enviciaron, nos dieron droga, y yo, para saber qué se sentía, la acepté".

De estatura baja y tez morena, el joven narra que era tan adicto, que no le importaba "charolear" después de acostarse en los vidrios, en medio de una tormenta con tal de conseguir dinero para comprar "activo, piedra (cocaína rebajada con carbonato), o chochos".

Incluso llegó a robar. "Abrí un carro y le saqué el estéreo".

En la calle

Por qué razón Javier no regresaría a las calles. "Porque ahí vivía con miedo. Me golpeaban, y no faltaba el gandalla que me quitara dinero".

También tenía que lidiar con la Policía y con los dueños de puestos de comida, quien le echaban agua cuando iba a pedir "monedas" a los comensales.

Con el uniforme que usa para realizar las labores en su trabajo, no se alcanzan a distinguir las marcas que tiene en el brazo izquierdo.

"En la calle me agarraron de cuaderno, me rayonearon, no me hice marcas por gusto, me obligaron porque así eres parte de ellos".

Javier fue tatuado con aguja y tinta china. Si se destapa el hombro izquierdo puede leerse la leyenda: sur13.

"Es un barrio donde los chavos se...

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