Vive Jefe de Gobierno jornada sin sorpresas

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Sin esperanza alguna de que sus palabras hicieran mudar de parecer a la mayoría de sus oyentes, Andrés Manuel López Obrador los dejó perplejos y salió inesperadamente del salón donde horas después 360 diputados votarían su desafuero. Tenía derecho a una segunda intervención, de quince minutos, pero no consideró necesario aprovecharla. Había dicho cuanto tenía que decir y se fue. Desconcertó de tal modo a la mesa directiva, que ésta subordinó a la decisión del Jefe de Gobierno la segunda participación del subprocurador Carlos Javier Vega Memije, cuya primera intervención había concluido en tono de arenga política, a gritos para sobreponerse a los de la bancada perredista que exigían su silencio por haber terminado su tiempo ante el micrófono.

El discurso de Vega Memije fue un sarcasmo de sí mismo, la embestida política de un perseguidor al que se le llena la boca negando que sea un perseguidor empeñado en una embestida política. El representante del Ministerio Público no se limitó a exponer la acusación, con la que había convenido la mayoría de la Sección Instructora. Formuló también un pliego de cargos contra López Obrador, a quien no inculpó por desobedecer una orden judicial específica, sino por "el desprecio del Jefe de Gobierno a las órdenes judiciales".

López Obrador, por su parte, había renunciado ex profeso a su defensa jurídica, a la que dijo dedicaría sólo unos minutos. Prefirió acusar a sus adversarios políticos, entre los cuales situó a los diputados que tenían su suerte en sus manos y a los que rehusó cortejar, así como al Presidente Vicente Fox y al de la Suprema Corte de Justicia, Mariano Azuela. Como lo había dicho horas antes en el mitin en el Zócalo, anunció que no resistirá la orden de aprehensión que se dicte en su contra, ni solicitará amparo ni libertad bajo fianza.

La parte inicial de la sesión, abierta a las 10:15 horas, fue impregnándose de tedio conforme los secretarios Graciela Larios, Marcos Morales Torres y Antonio Morales de la Peña se relevaban en la lectura de un resumen del expediente que un mal cálculo supuso que llevaría tres horas y consumió más de cinco y media.

Casi nadie escuchaba a los lectores. Quizá únicamente los dos solitarios huéspedes que en sendas mesas cubiertas con tapete verde esperaban uno, su turno, y otra a quien la había convidado a acompañarlo. Eran, por un lado el subprocurador Vega Memije, que a ratos se distraía haciendo anotaciones. Y la señora María Teresa Juárez de Castillo. Mostró...

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