Vive Chente gran despedida

LOS BRAZOS extendidos y las palmas hacia arriba en señal de gratitud, rostro conmovido al borde del llanto, Vicente Fernández dejó una imagen para la posteridad en un pequeño espacio montado en el centro de la Arena VFG, muy cerca de la gente y rodeado de miles de celulares dispuestos a robarle un pedazo de alma, porque quizás esta escena no se repetirá después.

"Si me dan permiso, para ir a cantarles a un escenario que tengo aquí enfrente", dijo en un momento del primero de sus dos shows de despedida. En un trayecto de al menos 30 metros, se abrió paso rodeado por personal de seguridad.

El Charro de Huentitán se despidió de su familia tapatía con un concierto que al cierre de la edición aún no daba trazas de finalizar, pues tal y como es su costumbre, seguía dejándose consentir por los más de 12 mil 500 presentes en el recinto.

"Eso es lo único que quisiera llevarme a la tumba el día que Dios me recoja, su cariño, su presencia, su respeto y sus aplausos", le dijo a la audiencia.

¿Cómo se despide un hombre que significa tanto para la música vernácula en México?

De pie y con su traje de color ébano, con la sonrisa plena ante cada ovación, mandando besos a su público y con la voz inmaculada y fina, como si todavía fuera aquel muchacho que hacía sus pininos en el cabaret El Sarape.

Fernández apareció sobre el escenario como si no estuviera recuperándose de una operación ocurrida a fines del año pasado. Al intérprete se le notaron las ganas que tenía de encontrarse con la música...

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