?Estoy viva gracias al aliento de mis hijos?
(Material transmitido por el Servicio Sindicado este 18 de octubre)Erika Flores
CIUDAD DE MÉXICO, octubre 19 (EL UNIVERSAL).- Paulina Reyes Tepehuixco se sintió muy ?agüitada? ante el diagnóstico de cáncer de mama. Previo a la cirugía oncológica que extirparía ese tumor maligno por el cual perdería 20% de su seno derecho, sus hijos la animaban; pero ella no los escuchaba, pues sólo pensaba en una imagen fatal: ¿Cómo se vería en el futuro con un seno normal y otro amorfo? Imaginarse así la entristeció más, hasta que puso atención a las palabras de sus hijos: ?No se preocupe ma, el hombre que la quiera de verdad la va a querer así?. Y con ese impulso moral, Paulina se reconcilió con la vida y encontró equilibrio en su enfermedad.
Todos los días, ella y 59 mujeres más ?originarias de diversos estados del país? llegan a la Fundación Cáncer de Mama (Fucam) para tratar los tumores que las aqueja en uno o ambos senos, la parte del cuerpo femenino donde habitualmente se finca la autoestima y seguridad personal.
Sus edades son de entre 22 y 98 años; muchas llegan cuando la enfermedad ha avanzado a pesar de que cada año hay campañas que promueven la realización gratuita de mastografía.
?Entre más haya difusión de la necesidad de hacer un diagnóstico oportuno, es cuando vamos a ir viendo un cambio epidemiológico real para recibir a pacientes en etapas más tempranas de cáncer de seno?, estima Judith Huerta, experta en radio oncología que siempre escucha a sus pacientes preguntar: ?¿Me voy a curar???.
Era sólo un punto.
Hace año y medio Paulina puso atención en ese granito que salió en su mama derecha, cerca del pezón. Le molestaba, le picaba, le dolía. Por eso, aprovechando la visita que hizo a su familia en Cuautla, Morelos, acudió al centro de salud para ver qué ocurría. Los médicos generales la revisaron y basados en una radiografía, diagnosticaron una infección cutánea que cedería con el uso de antibióticos.
Pasaron algunas semanas y la cura no llegó. Paulina tenía que volver a su casa, ubicada en la comunidad de Acatlán, dentro del violento municipio de Chilapa de Álvarez, Guerrero. Cuenta que entre la inseguridad del lugar, la presencia del narcotráfico y una que otra balacera habitual, prosiguió con su vida normal. Mientras llevaba puesto su sostén, aquel granito no molestaba; pero al quitarlo, los síntomas le recordaban que no era normal esa comezón, el ligero escurrimiento y un dolor que no cedía.
Buscó un segundo tratamiento en una clínica de...
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