Visiones de la guerra.

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Est enim ulciscendi et puniendi modus

Cicerón

Algunos analistas estadounidenses o incorporados en la esfera de su influencia, han pretendido convencer a todo el mundo de que después del 11 de septiembre de 2001, la humanidad ha entrado a una nueva era, sin que terminen de decimos en qué consiste este nuevo periodo o cuáles son las razones para acotar la historia de forma tan significativa por un acontecimiento que ha impactado a su sociedad, pero que para el resto del mundo no representa un cambio relevante en la cotidianeidad de sus vidas. Es evidente la movilización política y estratégica que ha efectuado Estados Unidos a partir de ese evento, pero la magnitud de aquélla no corresponde a las dimensiones de éste, a menos que observemos que permite reencauzar una política que se veía mediocre al iniciar el gobierno de George W. Bush, después de unas elecciones que desprestigiaron el modelo de democracia que tanto se afanan en presumir.

El escenario mundial que vivimos, unipolar, de superpotencia solitaria o de hiperpotencia, para regodearnos en los superlativos, muestra que Estados Unidos es la máxima potencia internacional y, en esa situación de privilegio, la única en realidad. Su acción en el mundo lo confirma; sus apologistas, pero también otros, con sideran que no porque es la potencia mundial debe resolver los problemas del mundo (el del armamentismo iraquí, por ejemplo), sino porque resuelve los problemas globales es porque es la potencia global. De ahí que si Estados Unidos considera que hemos transitado a una nueva etapa, impulsará todas las acciones a fin de que la famosa "era" arribe finalmente. ¿Y qué era nos han deparado? En buena medida podemos decir que la "era de la guerra". Algunos dirán con razón que la guerra siempre ha acompañado al hombre o, como Jean Jaurès, que el capitalismo lleva consigo la guerra "como la nube lleva la tempestad", y que a menos que tengamos un nuevo capitalismo, tendremos una nueva "era". Hoy en día la globalización indica una nueva forma de capitalismo, cuya dirección hegemónica está en las manos de la superpotencia, por ello también procura "una nueva forma de guerra".

En las siguientes páginas se tratará de demostrar que el tema de la guerra es viejo y nuevo a la vez, pero que las actuales declaraciones vienen a ser un peligroso solipsismo muy típico del pensamiento estadounidense que con facilidad se transmite a toda la comunidad de estudiosos.

La argumentación que se presenta, tiene una estructura histórico-conceptual sobre el problema de la guerra como concepto clave del entendimiento de las Relaciones Internacionales, cuyos estudiosos no cejan de referirse a Tucídides y a la peculiarísima guerra del Peloponeso, de la misma forma que podrían remitirse --y de hecho lo hacen-- a Sun Tzu, Nicolás Maquiavelo, Hugo Grocio o Thomas Hobbes.

La guerra como estrategia

Lo anterior refleja la necesidad de todo estudioso de las sociedades contemporáneas de remitirse a un aspecto conceptual --digámoslo aunque desgastemos el concepto--, a priori, sobre las bases del entendimiento de lo social. De esta forma, una primera referencia a la guerra es aquella que la ve como una estrategia de ganancia. De otra manera no se explicaría que El arte de la guerra de Sun Tzu (1) se haya convertido en nuestros días en un libro de cabecera para los empresarios y "capitanes de la industria", quienes "juegan" en el comercio mundial, puesto que orienta las finalidades de la guerra a una estrategia de juegos de suma cero, donde el Decálogo se convierte en un catálogo de acciones que garantizan el "bien obrar", y en que la palabra más recurrida es "éxito"; esto es un instructivo para ganar, un recetario para cualquier ganancia, pero principalmente la de tipo pecuniario. Una lectura cuidadosa de este libro, aunada a un análisis comparativo con los Discursos sobre la primera década de Titio Livio de Nicolás Maquiavelo, (2) y su homónimo Del arte de la guerra, (3) muestra ejemplos del concepto de guerra, entendido como un juego de poder cuya racionalidad radica en una serie de acciones sugeridas que, de ser seguidas con fidelidad, asegurarán la victoria. En este caso, la guerra es una especie de juego que puede tener lugar entre principados, imperios y repúblicas, insurrectos y policías, contendientes políticos, económicos, individuos o empresas. Por ello, la muerte es menos significativa que la ganancia. Las guerras del siglo XXI no pueden entrar en esta categoría, pues suponen destrucción total. Aunque así crean observarlo analistas como Lester Thurow (4) y Heidi y Alvin Toffier, (5) su amplia gama de acción y la ausencia de la primacía de lo público y lo estatal lo impiden.

Una concepción tal de la guerra sólo puede confundir en las relaciones internacionales contemporáneas, a menos que expliquen la permanencia de la discordia por la ganancia como algo inherente al individuo y que esta discordia pueda ser transmitida al todo social, lo cual es posible que ocurra sólo en contextos históricos de macromentalidades que consideran el lucro como el motor de la vida social.

De la guerra perpetua a la paz perpetua

Aún así, la guerra es otra cosa. Un tipo de comunidad que puede enfocar el concepto moderno de guerra o algunos de sus elementos es la Baja Edad Media, época en la que los escritos de la gente instruida utilizan...

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