Visión Mundial / El G-8, África y el terrorismo

AutorGabriel Guerra Castellanos

De paso, distrajeron la atención de los 8 y de sus planes para combatir la miseria africana, cortaron de golpe los festejos londinenses por haber obtenido la sede olímpica y dieron una bocanada de aire fresco a los alicaídos halcones al otro lado del Atlántico.

Nada despreciables resultados para un grupo clandestino y virtualmente anónimo que suma su terror y su violencia a la causa del fanatismo musulmán que llega a cada vez más rincones del mundo. Su mensaje, más allá del odio y la venganza, es brutalmente simple: nadie está a salvo, en ninguna parte.

Aunque eso también sea relativo. No obstante las declaraciones de los líderes del G-8 y sus convidados en vías de desarrollo -Brasil, la India, México y Sudáfrica- el terrorismo de Al-Qaeda y sus secuaces si tiene destinatarios. Todos hemos sufrido el terror, dicen, pero está claro que no en la misma medida, ni con la misma intensidad.

Hay, es cierto, de terrores a terrores. No son comparables los actos que padecieron durante décadas los ingleses e irlandeses por el activismo violento del ERI o las disrupciones que hoy provoca la ETA en España, o el terror ciego de los chechenos en Rusia, ni tampoco el de grupos paramilitares en muchos países africanos.

Tampoco lo son los horrores de la ocupación territorial, o los del terrorismo que ejercen algunos Estados, que el de la violencia del crimen organizado o del narcotráfico.

Y ya metidos a diferenciar, algo habría que decir acerca del terror provocado por la pobreza extrema, por las epidemias, las inundaciones, el hambre o los desastres naturales que siempre le pegan a los que menos tienen.

Es ese terror, el de la marginación, el que buscaron atender -tal vez de manera tardía y parcial- los dirigentes de las ocho naciones más industrializadas. Los resultados no son ni los esperados, ni los suficientes, pero al menos señalan el inicio de una tendencia para atender en sus raíces este terrible azote de la humanidad.

Cincuenta mil millones de dólares en 10 años no son ciertamente la panacea para África. Pero si son 50 mil millones que antes no estaban ahí, y que pueden ayudar a romper el círculo vicioso de pobreza e insolvencia en esa región.

Habrá que empezar, por supuesto, por replantear los términos de la ayuda. Es un buen comienzo el del perdonar deudas impagables, si bien puede afectar a los países "pagadores" y recompensar a los incumplidos. Pero hay deudas que simple y llanamente no se pueden saldar, y que sólo se tornan piedra alrededor del...

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