Visión Mundial / En Argentina, un sueño se hace realidad...

AutorGabriel Guerra Castellanos

No, apreciado lector, no estoy confundiendo mis metáforas ni tampoco imaginando un idilio kirchneriano sin fin.

Lo que pasa es que la candidatura de la Primera Dama argentina a la presidencia de la república me puso así como nostálgico de aquellos tiempos en los que en mi propio país algo así parecía posible.

La señora Kirchner es, sin lugar a dudas, un personaje formidable en la política argentina.

Hoy en día Senadora, se le reconoce como la persona más influyente en los círculos del oficialismo, con un peso específico que va mucho más allá de los privilegios que da el acceso a la alcoba presidencial.

Congresista local por primera vez en 1989, lo ha sido de manera casi ininterrumpida hasta la fecha, ocupando además posiciones importantes en Comisiones y en su partido, el Justicialista.

Cristina Fernández de Kirchner, a quien me referiré de ahora en adelante como CFK, tiene muchas más cosas a su favor que las que en su momento pudo tener cualquier cónyuge presidencial en México u otras partes del mundo.

Para empezar, sus méritos son bien propios y no necesariamente reflejo de su estado civil.

A diferencia -por ejemplo- de Hillary Rodham Clinton, que sólo lo ha sido una vez, CFK ha sido varias veces congresista, tanto a nivel regional como nacional, además de que se le considera la mejor vocero y propagandista de la presidencia de su marido Néstor.

Viajera frecuente dentro y fuera de su país, recientemente de visita en México y en Estados Unidos, CFK es una oradora espléndida que conecta muy bien con las multitudes, en un estilo que a algunos les parece recordar al de la para muchos todavía paradigmática Evita Perón.

Mujer de izquierda en su trayectoria publica, CFK resulta como candidata probablemente incluso mejor que el actual presidente y probable futuro Primer Caballero de Argentina.

Contrario a lo que sucede en otras naciones menos desarrolladas y políticamente avanzadas que la Argentina, ahí no hay mezquindades ni prejuicios que le resten a la esposa del presidente en funciones la posibilidad de competir por el mismo cargo que él ocupa.

Ni quien se altere por la mezcla de recursos y apoyos públicos y privados a los que se hará acreedora la candidata flamante, ni quien levante una ceja para preguntarse cómo es que la nominación a tan alto encargo se hace desde la casa presidencial misma, nada menos que por el Jefe de Gabinete, que para colmo se apellida también Fernández, aunque él no lo sea de Kirchner, quiero pensar que al menos no...

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