Visión Mundial / Al Gore: ¿Presidente o Premio Nobel?

AutorGabriel Guerra Castellanos

Hoy, con el premio Nobel bajo el brazo, deberá preguntarse que rumbo tomar.

Pocos casos como el de Al Gore en lo que a resurrecciones políticas se refiere.

Agriamente criticado por sus compañeros del partido Demócrata tras la debacle del 2000, en la que si bien ganó el voto popular se vio rebasado por las argucias -que algunos llamaron trampas en su momento- de los hermanos Bush, el vicepresidente no solo vio como se le escurría la presidencia del país mas poderoso sobre la Tierra, sino también como sus otrora partidarios se distanciaban de él, decepcionados por su fácil y cómoda rendición.

Fueron muchas las voces que impulsaron a Gore a entrarle de lleno a la batalla política y legal para defender lo que consideraban que era suyo. La historia ya muchas veces relatada de la manera poco transparente en que perdió la elección presidencial que aparentemente tenía ganada se convirtió de paso en una suerte de epitafio para un hombre que, teniéndolo todo, lo dejo ir.

El lugarteniente del Presidente Demócrata más exitoso de la historia reciente de EU entró a esa campaña en una situación privilegiada: su jefe, Bill Clinton, no sólo se había salvado del linchamiento al que intentaron someterlo sus contrincantes republicanos por el affaire Lewinsky sino que terminaba su periodo en condiciones envidiables, con un sólido crecimiento económico, un superávit presupuestal sin precedentes y un clima de confianza que prácticamente garantizaba el éxito electoral de su heredero.

Si bien a final de cuentas las irregularidades en el proceso del recuento de votos en Florida y el antediluviano sistema electoral estadounidense le costaron la presidencia a Gore, lo cierto es que él puso todo lo que estaba de su parte para facilitar su propia derrota.

Desde una tibia campaña en la que por un lado se distanció visiblemente de Clinton y por el otro batalló para encontrar su propia personalidad, hasta una operación electoral tan pobre que ni siquiera logró ganar en su propio estado de Tennessee, al que ya había representado como congresista y como senador.

Pero lo que más irritó a sus partidarios fue la manera en que optó por replegarse en la disputa postelectoral.

Quienes esperaban de él una postura irredentista e incendiaria se vieron decepcionados: Al Gore resultó mas institucional que lo que los mismos republicanos hubiesen esperado y cedió, casi por default, la presidencia a George W. Bush.

Su interés por los temas ambientales no nació entonces. Ya desde mucho...

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