VISIÃN MUNDIAL / Reflexiones sobre la violencia
Autor | Gabriel Guerra Castellanos |
Para Carlos Monsiváis
Los noticieros de televisión prestan más espacio, como es lógico, a los acontecimientos masivos, espectaculares, que atrapan la atención del público y elevan los índices de audiencia, o ratings. Es así como nos enteramos de la matanza tal o cual, de la ejecución del día, del atentado terrorista, del avionazo, de la masacre en turno.
Sin embargo, la violencia cotidiana es la que verdaderamente permea y descompone a las sociedades, es la que convierte todo espacio de convivencia en una ocasión de riesgo, lo que nos hace sospechar del prójimo y también de las fuerzas del orden que supuestamente están ahí para protegernos. Es entonces, cuando nuestros referentes cotidianos del bien y del mal se descomponen, cuando vemos el verdadero impacto que la criminalidad y la violencia tienen en nuestras vidas.
No me referiré en este artículo a la violencia de las guerras, de los genocidios, de las campañas de limpieza étnica. Tampoco a la del terrorismo organizado ni al "terrorismo de Estado", ni a la de las guerras civiles, conflictos internos ni a otros ejemplos de lo que podríamos llamar la violencia colectiva. Hoy lo que me interesa analizar es la violencia individual, la que constituye un acto criminal o delincuencial, la que se mete en los huesos de las sociedades, de las comunidades, de las familias. Esa violencia que genera -en lugar de anticuerpos- una extraña y aberrante capacidad de adaptación y aceptación, que la convierte en algo habitual y por lo tanto tolerable.
Un grupo de jóvenes, agremiado por sus costumbres o creencias, decide actuar violentamente en contra de otro. Los unos se sienten agredidos porque los segundos se han supuestamente "apropiado" de sus modismos, de sus hábitos, y éstos se ven amenazados en su identidad asumida y en su integridad física. La convocatoria a la agresión se da, adecuadamente a los tiempos que vivimos, por vía electrónica, y eso la hace circular acelerada e indiscriminadamente, gracias a lo cual los medios de comunicación y las autoridades se enteran anticipadamente del propósito, y la agresión no se concreta.
Muchos lo toman a broma, lo minimizan o lo convierten en parte del anecdotario urbano, del zoológico de la ciudad. Para otros es prueba de que la subcultura de las bandas provoca la violencia y que la única manera de resolver los conflictos entre las tribus de los jóvenes urbanos es a través de su confrontación, en una curiosa interpretación de esa antigua teoría de los jefes...
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