Vinos / Vértigo argentino

AutorRodolfo Gerschman

En estas últimas semanas llegaron al DF (felizmente no al mismo tiempo) personalidades del vino. De una de ellas, Maggie Henríquez, la presidente de Krug, ya les he platicado. Y en días pasados estuvo por aquí Mauricio Lorca, renombrado enólogo argentino.

Llegó para presentar Mío, un vino que está produciendo en Mendoza asociado a un mexicano, Mauricio Boy. Me interesó, en lo particular, su trayectoria como parte de una nueva camada de enólogos fogueada, a diferencia de las anteriores, en contacto con la demanda del mercado internacional. Ya se ha escrito mucho -también yo- de algunos nombres casi míticos en el cambio radical que dio el vino argentino para posicionarse en el mundo, como los de Nicolás Catena o Alberto Arizu.

Estos pioneros provenían de empresas asentadas en Argentina desde fines del siglo 19; y cuando se decidieron a revolucionarlas, éstas ya estaban entre las más sólidas del país. Si sus sucesores son menos conocidos es porque, en verdad, han surgido apenas en los últimos 20 años y no traían tras de sí la misma tradición.

Mauricio Lorca ejemplifica bastante bien esa eclosión. Hoy día es dueño de una bodega en el valle de Uco, en la que elabora sus vinos con la etiqueta, justamente, que lleva su nombre (algunos de ellos están en México). Pero hace poco más de 20 años era sólo un estudiante proveniente de una familia de clase media empobrecida, y estaba recién egresado del colegio religioso Don Bosco, que tenía un régimen de universidad pública.

Le tocó la suerte, dice ahora, de haber congeniado, personal y laboralmente, con aquella anterior generación rupturista. Primero, recuerda, con el enólogo Mariano di Paola, que lo contrató para la bodega Felipe Rutini. Alrededor de Catena, en aquel momento socio de esa empresa, giraba una constelación de otros profesionales brillantes: Paul Hobbs, uno de los enólogos más importantes de EU, en gran parte responsable de la popularización del Malbec en su país, José Galante, Pedro Marchevsky...

De otro hito que marcó su carrera fue responsable Alberto Arizu, el propietario de Luigi Bosca, quien lo promovió rápidamente, a la tierna edad de 24 años, a primer enólogo de la bodega, ya en aquel momento a la vanguardia de las empresas exportadoras. Por aquel entonces...

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