Vinos / Guerra de tapas

AutorRodolfo Gerschman

No me refiero a las de comer sino a las de tapar. Y es que, ya de regreso en tierra mexicana, encuentro entre mis pendientes el tema de la tapa rosca (screwcap). Un estímulo para entrar a este capítulo del vasto y dudoso mundo de los asuntos aún no tratados en este espacio, fue la visita a México de un representante de la bodega de Michel Laroche, prestigioso productor de Chablis y connotado miembro (creo que el único de Europa) de la International Screwcap Iniative.

También influyó una llamada del dueño de La Divina, Jorge Zúñiga, dudando de su propia audacia al importar un contenedor de vinos australianos con tapa rosca. Otros importadores, incluido lógicamente el del ya mencionado Michel Laroche, así como el de Wolf Blass, un vino de Australia, han tomado el mismo riesgo optando por ella. Pero si es por audacia, Laroche exhibió aquí la más notoria: su Chablis Grand Cru Les Blanchots 2002 (unos 80 dólares la botella en Estados Unidos), totalmente tapa rosca, impecable en aromas y sabores.

Estereotipos conservadores

El término "audacia" tiene aquí su razón de ser. El mundo del vino, y el de sus consumidores suele gustar de estereotipos conservadores, más aún cuando éste ha adquirido en los últimos años visos de moda relacionada a un estilo de vida sofisticado y a dietas compenetradas con lo orgánico y natural. Además que su imagen tradicional pasa ya desde hace mucho por símbolos afines como la barrica de madera, la cava oscura y... el corcho de suave y blanco material orgánico flexible.

En este mundo a la tapa rosca le cuesta adquirir carta de ciudadanía. Es, en ese sentido, una imagen antitética: cuerpo de aluminio con sello de estaño que se extrae con un simple giro de mano en lugar de las estéticas (cuando se las domina) piruetas del sacacorcho, a su vez fuente -para el aficionado, el mesero o el sommelier- de satisfacción narcisista: la de exhibir destreza y conocimiento (todo esto puede sonarles a tontería certificada; en tal caso les ruego hacer una cuidadosa introspección).

Pero las bodegas se encuentran frente a un dilema: el corcho puede contaminar y arruinar los aromas y sabores del vino. La causa sobre todo es un hongo, químicamente conocido como Trichloranisole, que se incrusta en él y puede ser potenciado (aún no se conocen enteramente las causas) por el cloro o...

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