Vinos / La edad de la razón

AutorRodolfo Gerschman

Cada cumpleaños es un engorro; más engorro cuanto más años. Genera agorafobia, que para quienes no conozcan la palabreja es una forma extrema de vértigo.

A quienes padecen de vértigo extremo más les vale no asomarse a precipicios o, por ejemplo, no mirar desde las ventanas del último piso de la torre mayor y de muchas otras torres que cuentan con ese aditamento concebido para agorafóbicos amantes del terror que es el piso de vidrio, sobre el cual marchas y miras al mismo tiempo como el mundo hormiguea, literalmente, unos 300 metros más abajo.

Hace un tiempo vi Los Soñadores, película de Bertolucci escenificada en París, mayo de 1968. Viví allí en esa época y retrocedí a ella con ansiedad agorafóbica.

Seguí encandilado la trama mientras me asomaba al precipicio del tiempo: las capas de vida se iban acumulando, acarreando toneladas de historias entre una época y otra, separadas por cambios sísmicos en cada recodo. La causa del vértigo es que nunca dejas de ser quien eras aunque ya no seas en absoluto quien eras. Y que mirando otra época desde ésta te ves a ti mismo como si fueras otro, lo cual tampoco es cierto.

Presté especial atención -no faltaba más- al episodio de las botellas de vino de los progenitores saqueadas por los soñadores adolescentes. En aquella época hubiera procedido igual que ellos, seguramente: me hubieran valido nombres, prestigio, precios. Ahora, en cambio, el valor de las cosas pesa. Pero sigo disfrutando del vino sin reparar en títulos de nobleza. Tal vez eso es lo que llaman madurar, el vino y uno.

Es una verdad de Perogrullo que cada quien vive su edad de manera diferente. La mía consiste, tal vez, en no vivirla. No me lo propongo: es algo espontáneo y tampoco necesito olvidar ni beber vino para olvidar (dicen los tangos que puede tener ese efecto).

Después de tantas vueltas sigo pensando que la actitud más respetable es la de los soñadores: experimentar en busca de definiciones acerca de lo que es el amor, la filosofía o el activismo político.

Aunque yo ya haya llegado a algunas conclusiones. Todo esto para decirles que he pasado otro cumpleaños y, como de costumbre, no lo he podido eludir.

Teófilo Reyes

Cada vez que llega a México Elías Aguilar me sorprende con su tarjeta de presentación. Sus vinos, los de Teófilo Reyes, son muy buenos, pero su tarjeta es única: la parte de atrás está...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR