...Y al vino, vino / Acero y roble

AutorGabriel Vega del Bosque

Los estilos de vino son tan variados que nos permiten tener un acompañamiento perfecto para cualquier alimento o, simplemente, nos entregan algo diferente cada vez que nos disponemos a disfrutar del placer que nos brinda el apreciar sus aromas y sabores

Un factor que influye notablemente en la diferencia que se percibe entre los matices de un vino y otro es el proceso de crianza o reposo en barricas y botella antes de su venta.

El roble aporta muchas cosas buenas al vino cuando se utiliza de manera juiciosa: le brinda mayor estructura y complejidad aromática y de sabores. Sin embargo, si se utiliza en exceso se impone a la fruta y sólo queda eso: sabor y olor a madera.

Existen otros caldos que en su proceso de elaboración sólo pasaron por tanques de acero inoxidable antes de ser embotellados. Su vocación es para consumo temprano, pues es precisamente la expresión frutal lo que se busca en ellos y esta característica se va demeritando después de un año o dos a partir de su cosecha.

Mayormente, las cepas tintas asimilan mejor la crianza en barricas, y esto se debe a que ya cuentan con una estructura tánica que les permite convivir y acompañarse de la madera, creando un balance entre ambos elementos, en tanto que en las cepas blancas son pocas las que exitosamente logran una sinergia con el roble.

Tratándose de varietales blancos, el que mejores resultados ha demostrado con la crianza es el chardonnay. Su cuerpo, que va de medio a robusto, aunado a sus habituales niveles de alcohol altos y su buena acidez, lo han sacado bien librado de su encuentro con la madera, y aunque las demás cepas no se expresan tan bien, es posible encontrar en el mercado caldos de sauvignon blanc y otras variedades con reposo en barricas.

No se puede señalar si un vino con crianza es mejor que uno elaborado enteramente en acero inoxidable. Sus objetivos, maridajes y momentos de consumo son diferentes. Juzgarlo sería tan aventurado como decir que un buen mole es gastronómicamente inferior o superior a un bisqué de langosta, porque ambos son exquisitos y cada uno es ideal para consumirse en diferentes contextos.

Para determinar cuál estilo de vino es el de nuestra preferencia, sólo hay un camino: explorar y probar.

Un buen ejercicio para definir si una determinada variedad de uva nos gusta con o sin crianza es adquirir sendas botellas y degustarlas simultáneamente con alimentos de distintas intensidades, para evaluar sus características dependiendo de su maridaje.

Los...

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