El villano favorito

AutorPascal Bruckner

Estados Unidos parece revestido de todos los indicios de culpabilidad: tan rico como promotor de desigualdades, dominador, arrogante, contaminante, fundado sobre un doble crimen, el genocidio de los indios y la esclavitud de los negros, próspero por la fuerza de las armas y las amenazas, indiferente a las instituciones internacionales, cuyas decisiones respalda con reticencias cuando no las recusa, consagrado por entero al culto del billete verde, única religión de este país materialista. Nación extraña donde se cumplen a la perfección las condiciones de la teoría marxista -el abismo entre poseedores y desposeídos, el peso del dinero, los lobbys o grupos de presión, el beneficio, el imperialismo evidente- y en la que, sin embargo, socialismo y comunismo apenas han tenido una influencia residual (un chiste sostiene que el partido comunista norteamericano está formado por agentes del FBI).

La adhesión de todo el pueblo estadounidense, clase obrera incluida, al dogma de la libre empresa es un fenómeno único, difícil de comprender para un europeo o sudamericano. Pero también allí se desarrolla de manera paradójica una rica literatura antiglobalización, nutrida por militantes, ecologistas, abogados desplazados hasta el centro del huracán para describir los estragos causados (con un sentido práctico ausente con frecuencia en nuestros activistas). ATTAC (Asociación Internacional por una Tasa sobre las Transacciones Especulativas de Ayuda a los Ciudadanos) se inspira en el Premio Nóbel norteamericano de obediencia keinesiana, James Tobin (quien rechaza, sin embargo, toda relación con ellos), y las campañas de boicot contra marcas o las de desobediencia civil siguen fielmente el ejemplo anglosajón.

En sus formas más extremas, el anti americanismo, presente en cada continente, es un principio de interpretación global que ofrece un triple consuelo: teórico, práctico y existencial. Representa de maravilla la teoría de la causalidad única, constituye la prueba en última instancia, cuando se han agotado los argumentos de la razón. Si Estados Unidos no existiera, habría que inventarlo. ¿En qué otro chivo expiatorio igual de cómodo podríamos lavar nuestros pecados, descargar nuestra inmundicia? Si se le puede imputar todo el mal sobre la Tierra, ¿dónde encontraríamos otra central de blanqueo de crímenes del planeta? Hasta los antiguos imperios europeos, cubiertos de infamia y de sangre, restauran su pureza a su costa. Para cualquier dictadura o grupo...

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