VIGÍA DE BOLSILLO / El incierto regreso

AutorSofía Orozco

Cuando volvimos del gran encierro y los primeros lineamientos para la vuelta a la actividad comercial incluían tapetes de hule con químicos formulados al tanteo, toma de temperatura al ingresar a cualquier lugar y una embarrada de gel antibacterial en las manos, la primera pregunta, casi obligada, era que cuándo sería el regreso a las escuelas.

Si en mayo el primer negocio en obtener su distintivo de reapertura en la era Covid-19 fue un salón de belleza, ¿por qué las aulas de todos los grados académicos (que dicho sea de paso también aportan otra clase de belleza al mundo) no fueron consideradas?

Un reciente estudio de Bloomberg, que ubica a México en el último lugar de los países evaluados para vivir en tiempos de Covid-19, quizá tenga la respuesta.

Vimos cómo Sri Lanka o Costa de Marfil volvieron a tener clases presenciales, vimos cómo Camboya o distintas regiones de China retomaron la escuela, vimos incluso cómo Irlanda cerró negocios e incluso prohibió las reuniones familiares, pero permitió seguir con la escuela y, podemos sentirnos en mejores condiciones que muchos países del mundo en cuanto a economía, modernidad, tecnología, inversiones, y demás aspectos que se supone nos darían ventaja a la hora de enfrentar una pandemia, y sin embargo, acá las escuelas siguen cerradas, tratando de funcionar en línea.

El impacto de esto no ha sido cualquier cosa: tenemos niños sedentarios, enchufados por horas a dispositivos electrónicos, desarrollando adicción a lo inmediato, a los videojuegos, a la virtualidad y a estar siempre "conectados". Tenemos adolescentes y jóvenes bajo estrés, sin poder socializar, sin ir a fiestas ni cafés, sin compartir recreo o intercambio de plática. Tenemos familias haciendo esfuerzos más allá de toda posibilidad para coordinar trabajo, labores domésticas, conexión a Internet, tareas, agenda de Zoom, y estado de calma mientras todo es incierto. Tenemos negocios y empresas resistiendo.

La pasamos mal, o no tan bien.

Sorprende, sin embargo, lo bueno que ha sido darnos cuenta de que sí podemos organizarnos para hacer cosas que antes considerábamos imposibles, como el trabajo a distancia y la escuela en casa, cierta flexibilidad burocrática, la facilitación de procesos antes complicadísimos, y una simplificación en muchas actividades como ir de compras, que si bien nos ayudan a no tener que salir de casa, nos han quitado el gusto y la diversión de hacerlas. Hemos tenido que dejar de lado...

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