VIGÍA DE BOLSILLO / Cómplices al rescate

AutorSofía Orozco

Y, como mala novela, la historia sigue, sin que nada pase: el Auditor continúa inamovible en su puesto.

Capítulos y más capítulos se han ido anexando a esta trama en la que, quien debería ser el bueno, resultó ser otro más de los villanos.

La Auditoría Superior del Estado de Jalisco se inventó para dar credibilidad al Congreso del Estado -esa entidad formada por un puño de diputados que, al parecer, cada vez nos salen peores- y así garantizar que las revisiones a las cuentas públicas sean pulcras, justas e imparciales, pero el gran invento devino en fiasco: el Auditor, para más señas llamado Alonso Godoy, no nos ha servido para eso, sino para todo lo contrario; con tantas malas mañas la credibilidad de esas dos instituciones está por los suelos.

Ya sabemos que el dinero público corre peligro en manos de cualquier político con tentaciones (por ejemplo, digamos, Emilio, quien ya se hacía con su creditote de 5 mil millones de pesos en la bolsa del pantalón, pero ese mismo Congreso se lo negó), y si esperábamos que alguien supervisara que su uso y destino sea siempre el correcto, ya podemos irnos olvidando. En Jalisco el Auditor es como un adorno caro, feo e inútil, o mejor dicho, un estorbo.

Dedicado a limpiar cuentas sucias para los amigos y a ensuciar un poco las de los enemigos, el señor Godoy representa a la perfección al hombre que no debe participar en la vida pública: nadie sabe cómo hace su trabajo, recibe millonarios bonos extrasalariales, establece curiosos tratos mercantiles con quienes debe supervisar (UdeG), se presta a abrir cuentas bancarias para ejercer pagos sospechosos y, por si faltara, participa del negocio a su suegro; finalmente, cuando es sorprendido, sin pena alguna arguye que todo es legal y que, en todo caso, los responsables son quienes autorizaron que todo sucediera.

Pero todo esto no pudo haberlo hecho solo, si sigue teniendo el puesto que le permitió hacer tales tropelías es gracias a quienes lo pusieron ahí: socios, compinches, beneficiarios todos de al menos algún favor; cómplices, porque no puede llamárseles de otra manera. Hombres que duermen más tranquilos que nadie porque se saben protegidos por una red de licenciosas compensaciones, de favores dados y recibidos.

Pongamos al diputado Alfredo Argüelles, quien en la Legislatura anterior se desempeñó como Secretario general del Congreso, y quien en ese entonces colaboró con el atraco. Hoy se dice enojadísimo por cómo se llevó a...

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