VIGÍA DE BOLSILLO / Caro y malo

AutorSofía Orozco

En estos días de limbo electoral, en los que de tajo nos quedamos sin spots ni campañas y en los que todavía no llega el momento de ir a las casillas para votar o anular, se vuelve necesario ponerse reflexivos: ¿nuestra democracia avanza?

Y no me refiero a si ya somos un país de ciudadanos altamente politizados, interesados en elegir a nuestros representantes y en participar activamente en la cosa pública, ni tampoco a si gracias a los mártires que nos dieron pluripartidismo y árbitro electoral es que nuestro voto vale. En eso al menos ha habido avances. Me refiero a la manera en que los candidatos a cualquier puesto de elección popular hacen campaña.

Dedicados a gastar sus centavitos en las calles, pues gracias a la Reforma Electoral los anuncios en medios les salieron gratis, los partidos políticos se volcaron en esquinas y plazas a congregar posibles incautos, y como en circo de rancho, con música a todo volumen, altavoces y alguna que otra criatura digna de atracción, montaron su espectáculo: pasen a ver al candidato, el único ser que habla mucho y dice poco, el único capaz de hacer exactamente lo contrario de lo que promete, el único capaz de mentir sin que se le note.

Ya sé que la imagen comparativa entre circo y política está vieja y gastada, pero no la elegí yo, son los partidos políticos los que siguen utilizándola como método favorito para atraer público, y una vez logrado el objetivo, tirar el anzuelo. Eso y el viejo recurso que dice que "de la gorra no hay quien corra", pues sabiendo que el encanto de sus criaturas no es capaz de captar la atención más de dos minutos, están obligados a regalar algo, sea lo que sea.

La comida, ya se sabe, es un recurso infalible. Cual conejos tras la zanahoria inalcanzable, allí estaban los ciudadanos tratando de alcanzar otro taquito, y es que en los mítines de los distintos partidos hubo de todo, como en kermesse de iglesia.

Es importante acotar que según el tamaño del sapo es la pedrada y que según el presupuesto de cada partido, era la calidad del ambigú: mientras que el PT no ofrecía más que churritos, agua fresca y manzanas, el PRI daba tacos dorados con repollo, agua fresca y coctail de frutas. Otro detalle que marcó la diferencia fueron los regalitos, el PT no obsequió absolutamente nada, el PAN regaló pelotas, pintalabios, máscara de pestañas y el PRI, que se los llevó de calle, tuvo playeras y gorras y hasta se dio el lujo de "halagar a las damitas" con rosas frescas. Para amenizar...

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