VIGÍA DE BOLSILLO / Morderse la cola

AutorSofía Orozco

Si se tratara de hablar de robos ingeniosos, he oído historias mejores.

La de un empleado de una maquiladora que robaba diminutos componentes electrónicos metidos en los zapatos; para no estropearlos, caminaba haciendo pequeños saltos mientras se mantenía casi de puntas, cosa que el apenado guardia nunca cuestionó, pues el pobre siempre se quejaba de espolones, pie plano e incómodas plantillas.

La de la chica de limpieza del taller de joyería que acumulaba pequeñas rebabas de oro y las trasladaba escondidas en la boca. Al salir era revisada con meticulosidad, pero nadie nunca se asomó por su cariada muela del juicio.

La del ayudante de cocina con deseos de ser chef quien nunca, ni a la salida del trabajo, abandonaba su emblemático gorro; ahí, bien resguardados, salían perfectamente envueltos cortes congelados, trozos de salmón, chocolate holandés y alguna que otra lata de ultramar. Aquel gorro impecable, la cabeza erguida, la mirada siempre al frente, la espalda derecha y su paso firme y decidido le daban aires de ser el próximo Top Chef, imposible pensar que todo aquello era para no perder el equilibrio.

Ingeniosos, pero rateros al fin, seguro los tres pensaban que no recibían lo justo a cambio de su trabajo y decidieron tomarlo por su propia mano. Robar a un "sujeto" que se vislumbra todopoderoso, ahogado en abundancia, con riqueza sin fin, hace creer a algunos que el robo no es tan malo. ¿Qué pueden significarle a un emporio mundial cinco o seis microchips extraviados de vez en cuando? ¿Quién extrañará una partícula de metal que quizá de todas formas acabaría en el drenaje? ¿Por qué no tomar un poco de alimentos, si ya casi van a caducar?

Tal vez este trío no habría hecho lo mismo si en vez de robar a una Sociedad Anónima de Capital Variable hubiera tenido que saquear a Doña Chonita la de la fonda, Don José el relojero o al "Inge" que arregla televisiones.

Un ente sin cara, sin historia personal, sin nombre propio y sin familia qué alimentar, al que la fantasía popular lo pone al borde de un yate en el Egeo rodeado de mujeres, joyas y champagne, es el blanco ideal para ser "forzado a compartir", pues parece que su fortuna es tal, que no se le hace ningún daño.

Aquí en México tenemos dos personajes legendarios que cumplen perfectamente con esas características: Pemex, la inagotable fuente de poder, y el Legislativo, la otra inagotable fuente de poder.

Sin mucho esfuerzo, podemos imaginar a Don Pemex manejando su Ferrari por...

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