Con el viento a favor

AutorAnaline Cedillo

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TEOTIHUACÁN, Estado de México.- Son las 6:30 de la mañana y el rocío sobre el pasto aún no ha desaparecido.

En el Valle de Teotihuacán, como todos los días, decenas de globos se preparan para sobrevolar la antigua ciudad mexica durante las dos primeras horas después del amanecer.

Al mismo tiempo, los quemadores de gas propano que se usan para inflar globos, bufan en otros puntos del centro del País, como Tequisquiapan, Querétaro; Apulco, Hidalgo; los alrededores de la capital de Guanajuato o zonas aledañas a Huamantla, Tlaxcala, algunos de los sitios más populares para practicar vuelos en globo por sus condiciones geográficas, climáticas y turísticas.

En todos ellos, de acuerdo con los expertos, está garantizado el 90 por ciento de los despegues con buena visibilidad, vientos menores a los 10 kilómetros por hora y espacio suficiente para descender sin contratiempos.

Volar en globo implica una desmañanada cruel, pero necesaria. Para elevarse, las aeronaves requieren el contraste entre el aire caliente que se produce en su interior y el aire frío del exterior.

El principio es muy sencillo: como el aire caliente es menos denso que el que está afuera, el globo sube, tal como lo hace el humo del café de olla que se sirve a los viajeros en el globopuerto de Volare, una de las compañías que propone recorridos sobre las pirámides.

Los rayos del Sol en el horizonte ponen el toque romántico y los arreglos para el ascenso están listos. El viaje promete ser sutil e impredecible.

Siempre se conoce el punto de partida, explica la piloto Mariel Merino, pero jamás se sabe con certeza el sitio donde se aterrizará.

Acabado el café es hora de trepar en las canastillas. Tan pronto se aborda, las chamarras ya no son necesarias. Cada uno a su tiempo, los tres globos que participan en la travesía depegan del suelo imperceptiblemente.

De a poco los pensamientos catastróficos se quedan en tierra. Y allá vamos, juntos en la canasta de mimbre, como la oveja, el gallo y el pato que mandaron a volar los hermanos franceses Jacques y Joseph Montgolfier en 1783.

Los globos pasan por encima de los tinacos y los árboles de San Francisco Mazapa, población aledaña a las pirámides.

Es fácil conmoverse por el paisaje serrano que contrasta con el cielo azul y compartir impresiones que a veces no se oyen por el rugido de los quemadores.

El globo no lleva dirección, ni propulsor. Mariel, como los demás pilotos, tiene que saber leer el viento y aprovechar las...

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