Vidal Garza / La Revolución del mexicano

AutorVidal Garza

Nuestro país expresa un desprecio por la generación de valor público que se destila a lo largo de nuestra historia.

La construcción de una sociedad más justa con instituciones que la sirvan, o procurar que cada actividad del Gobierno se mida en función del beneficio que genera a la sociedad, parecen no haber importado a lo largo del tiempo.

Hoy que recordamos el centenario del inicio de la Revolución Mexicana me parece adecuado reflexionar sobre ésta y el resultado que ha producido en el destino y origen de la misma: el propio mexicano.

Basta con recordar que el llamado revolucionario fue más bien para deponer a un Presidente que se reelegía, pero difícilmente entonces se valoraba la cultura democrática como vehículo para administrar el poder público.

Por consiguiente, no fue la llamada a un sufragio efectivo y evitar la reelección la bandera que inició la primera revolución civil del mundo del siglo pasado, sino el desprecio por el valor público generado hasta entonces por el Gobierno de Porfirio Díaz, pero sobre todo por la posibilidad por parte de los líderes revolucionarios de que esto pudiera cambiar con ellos al mando.

Sin embargo, lo que inició como un movimiento para mejorar al País no aglomeró a todos los mexicanos hacia la misma dirección. El concepto de país no estuvo presente, no teníamos orden para orientar a poco menos de 16 millones de mexicanos en la dirección correcta.

Por ello, la Revolución Mexicana no tiene fecha de terminación oficial; no hay pactos que se hayan mantenido o alianzas que hayan terminado con la lucha por el poder.

La falta de acuerdos se convertía en golpes de Estado y cacicazgos en diferentes regiones del País. Cosa curiosa es que hoy, sin esas medidas extremas, aún prevalecen las discordancias y México no avanza.

Durante la Revolución, México produjo la constitución jurídica que hoy nos rige, y aunque la pelea por ocupar la silla presidencial se desarmó en 1920 con la llegada de Adolfo de la Huerta y luego de Plutarco Elías Calles, los ideales por los que se inició la Revolución no se materializaron para la mayoría de los mexicanos.

La nuestra fue una revolución de resentimientos, no de sentimientos hacia una causa justa. Llena de confusiones sobre para qué sirve el poder, la Revolución no cambió al mexicano. La tarea de hacer justicia social para la mayoría de los mexicanos fue menospreciada con la retórica de los políticos y sus discursos elocuentes de los valores que no practican.

Con estos pasos...

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