Vidal Garza Cantú / La energía no es asunto político

AutorVidal Garza Cantú

Ningún país del mundo puede crecer o desarrollarse si no asegura sus fuentes de uso y aprovechamiento de energía.

Esto implica tener un adecuado balance de su capacidad para generarla, de su capacidad para que otros la desarrollen por ellos o para pagarla si no cuenta con ella.

Por supuesto hablo de fuentes de energía tanto no renovables (hidrocarburos) como renovables (solar, eólica e hidráulica).

También se necesita una planeación de largo plazo basada en criterios técnicos y científicos que permitan anticipar cambios en el uso de distintas energías, así como en el comportamiento de quienes directa o indirectamente la consumen.

Una fuente de energía relevante para México es el petróleo. Dado que el lunes celebraremos 81 años de la expropiación petrolera, repasemos algunas lecciones que esta industria ha tenido a manos del Estado mexicano frente a la realidad que vivimos. Una realidad en la cual Pemex no ha renovado sus reservas al ritmo de la extracción, ni ha invertido en petroquímica y gas creando un problema estructural.

Primera lección: el rezago en competitividad de los recursos financieros, técnicos y humanos de Pemex frente a compañías similares en el mundo. Sin ajustes por innovación tecnológica, con más de 130 mil trabajadores activos y cerca de 100 mil pensionados, hoy Pemex produce casi 45 por ciento menos petróleo que hace 15 años, lo que implica una pérdida enorme de productividad.

Esto refleja que el papel del sindicato petrolero y de la empresa no ha sido efectivo para procurar la productividad de Pemex, sino para sofocarla. Hoy se requiere eliminar más del 50 por ciento de los trabajadores activos y todos los pensionados, así como el 70 por ciento de la deuda acumulada si se le quiere dar un piso competitivo, de lo contrario en un par de años será una empresa pagadora de sueldos y nada más.

La segunda lección es que el presupuesto del Gobierno federal tendría que ser recortado en al menos un 20 por ciento si no existiera Pemex. Y es que desde mediados de los años 80 la realidad salió a flote. El petróleo no era de los mexicanos: era del Gobierno.

Así, el ingreso por ventas y exportaciones petroleras creció de manera directa a su aportación a la hacienda pública federal. Por ejemplo, la aportación del crudo significaba en 1976 tan sólo el 5 por ciento del ingreso total hacendario; en 1982 ya era del 29 por ciento, y en 2006 casi el 38 por ciento, para ser hoy menos del 20 por ciento.

Tercera lección: al ser un monopolio...

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