Vidal Garza Cantú / Corrupción como bandera

AutorVidal Garza Cantú

En 1998, cuatro Presidentes recién electos le declararon la guerra a la corrupción: Paraguay, Ecuador, Colombia y Venezuela.

A 22 años, sólo podemos reconocer avances en Colombia y Ecuador, pero nada que celebrar. Venezuela es hoy el país latinoamericano con más corrupción, sólo superado por Yemen, Siria, Sudán del Sur y Somalia.

Combatir la corrupción es un excelente motivo discursivo, pero no tan realizable.

No debemos olvidar que la corrupción representa casi el 9 por ciento del PIB, de acuerdo con el Foro Económico Mundial. Esto es relevante si comparamos que este año México decrecerá económicamente al menos 10 por ciento.

La corrupción es enemiga de la efectividad, la eficiencia, la competencia y la transparencia.

Robert Klitgaard, economista y profesor de la Universidad Claremont, ha investigado toda su vida este problema. Su libro "Controlando la Corrupción", traducido a 14 idiomas, ha ayudado a reducir la corrupción en muchos países, incluido Estados Unidos.

Él concibe la corrupción no como un problema ético, sino como uno de cálculo. Para Klitgaard, la corrupción no sólo es un delito, sino que es la capacidad de la autoridad de decidir sobre lo que alguien recibe, sumado a la discrecionalidad de definir cuánto recibe y hacerlo sin transparencia.

En este sentido, no se puede decir que se combate la corrupción si no existen mecanismos para que la autoridad esté restringida a tomar decisiones que sólo la ley le confiere con absoluta transparencia y acotadas para evitar discrecionalidad.

Además, no se puede abanderar el combate a la corrupción si no se mide, si no se precisan dónde ocurren los mayores actos corruptibles en la sociedad y qué acciones hay para reducirlos.

No se puede combatir la corrupción como una serie de hechos aislados, sino como algo sistémico: de poco sirve atrapar un corrupto si el sistema permite que haya más.

En 2015, México aprobó la reforma constitucional que dio vida al Sistema Nacional Anticorrupción. Sin embargo, los resultados han sido muy pobres. Por ejemplo, a siete años de su inicio, aún no tenemos instalados los 32 sistemas estatales anticorrupción.

En Nuevo León, los resultados tampoco son los esperados. Nuestro Estado se posiciona como...

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