La vida de un pícaro

AutorErika P. Bucio

En su novela autobiográfica El último en morir (Alfaguara), el escritor Xavier Velasco "se lee la cartilla a sí mismo".

Después de escudriñar su infancia y adolescencia en sus novelas Éste que ves y La edad de la punzada, ahora se autoconfronta como escritor.

"Es un poco leerme la cartilla a mí mismo y decir: 'Esto es lo que tengo'. Es hacer inventario, es la memoria del oficio, básicamente. Y sí, estoy yo frente a mí mismo y tratando de sacarme la verdad de las tripas", cuenta en entrevista, sentado en el jardín de su casa, mientras merodean sus perros alrededor suyo.

En las páginas del nuevo libro cuenta por vez primera cómo vivió aquellos días intensos cuando, siendo un "advenedizo", ganó el Premio Alfaguara de Novela 2003 con su libro más emblemático: Diablo Guardián.

"Más que interesarme, me daba miedo. Yo no sabía cómo contar eso. Mientras lo afronté, era una cosa muy rara, porque había gente que te hablaba con una gran admiración -gratuita, porque no te había leído-, pero también gente que te miraba con gran desprecio, igual gratuito. Yo lo veía como un gran pícaro: Jeje, me colé", recuerda divertido.

Velasco (Ciudad de México, 1964) ha llevado una vida al límite, contada también en estas páginas. La vida de un pícaro, precisamente. Una de esas existencias que leyó en la novela picaresca durante la secundaria, cuando poseyó el récord del peor estudiante en el colegio, como La vida de Lazarillo de Tormes, anónima, y la Historia de la vida del Buscón, de Francisco de Quevedo, que eran verdaderas "escuelas del crimen".

Como natural le resulta que la mayoría de sus personajes de novela sean también pícaros.

El suyo se trata de un relato honesto de un joven prospecto de escritor que se ve huyendo de la carrera de Ciencias Políticas. Y, para contarlo, tuvo que volverse a meter en la piel del aspirante a novelista desde la incertidumbre y el dolor.

Velasco se guarda bien de no pontificar sobre la escritura y el hecho de ser escritor, pero el lector podrá ir descubriendo sus certezas. Como cuando deja escrito: "El arma más potente del que escribe no es otra que su juicio literario. Para ser novelista, es preciso enseñarse a encontrar la basura entre las líneas más acariciadas y lanzarla al drenaje sin piedad".

"No hay ningún libro que te diga cómo hacerlo (ser novelista), y los que hay, no hay que hacerles caso", señala.

"Yo trato de entender qué es la escritura, para qué se escribe. (El último en morir) es un libro que está hecho para eso...

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