Su vida nunca fue un arcoiris

AutorKaty Díaz

En ocasiones la fama cobra un precio muy caro y Judy Garland tuvo que pagar con su propia vida.

La actriz, famosa por interpretar a la dulce Dorothy en El Mago de Oz, nació el 10 de junio de 1922 en Minnesota. Su verdadero nombre era Frances Gumm y se crió dentro de una familia de artistas. A los 3 años, su madre ya la había involucrado en los shows musicales que presentaban ella y su esposo, y luego decidió crear un grupo musical con sus tres hijas, encabezado por Judy, al que le puso The Gumm Sisters Kiddie Act.

La infancia de Judy estuvo llena de satisfacciones, pero a mediados de los años 30 inició su calvario cuando su madre se propuso convertirla en una celebridad de Hollywood y la separó de su padre para poder marcharse a Los Angeles, lo que le dolió inmensamente a la futura estrella.

En aquella ciudad conocieron al productor George Jessel, quien sugirió que la niña cambiara su nombre por el de Judy Garland. Gracias a su talento, la pequeñita de inmediato atrajo la atención de Mayer, un importante y rico productor de los estudios Metro Goldwyn Mayer, quien se caracterizaba por ser un monstruo que explotaba a los niños actores y les daba pastillas estimulantes para hacerlos trabajar por más horas.

Finalmente, la madre de Judy estaba viendo reflejado su propio sueño en su hija menor y la pequeña Judy comenzó a triunfar al lado de Mickey Rooney con la cinta Andrés Harvey Se Enamora, en 1938, aunque su gran salto lo hizo en El Mago de Oz, en 1939, cinta en la que interpretó a Dorothy, papel que le dio un Oscar especial por Mejor Actriz Juvenil y en el que tenía que traer vendado su pecho para aparentar que era una niña (casi tenía 17 años).

Hasta aquí todo iba más o menos bien. La fama había llegado y su trabajo no podía ser mejor, pero también comenzó su adicción por las drogas y todo por culpa de Mayer y de los estudios cinematográficos, quienes la hicieron firmar un contrato con cláusulas bastante duras: si Judy cambiaba físicamente o su voz se estropeaba, se le podría suspender sin sueldo.

Los estudios querían que Judy se viera como una eterna niña.

Para evitar que su carrera se fuera por la borda, Judy hizo caso a Mayer y a su madre y comenzó a tomar cada vez más drogas como Benzedrine y Phenobarbital para controlar su apetito y, por consiguiente, su peso; también tomaba píldoras para dormir y por las mañanas tomaba otras para mantenerse despierta, luego sumó a su dieta los tranquilizantes. En ese tiempo las anfetaminas se vendían...

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