La vida del jornalero: Entre tóxicos e ignorancia

AutorIván Frutos

EL NORTE/Sinaloa

COSTA RICA, Sin.- ¿Aldrín?, ¿agroquímicos? No, yo no sé de eso...".

La que así habla es Consuelo Sotelo, originaria de Michoacán y quien, junto a su esposo y dos de sus hijos, emigró provisionalmente a Sinaloa para trabajar en la recolección de productos hortícolas en los campos de éste, el fértil Valle de Culiacán.

Tiene 18 años de edad, no sabe leer ni escribir y desconoce, entre muchas otras cosas, que en los últimos meses ha estado viviendo en un lugar donde residuos de agroquímicos altamente tóxicos, como el DDT y el Aldrín, fueron detectados en la leche materna de 15 mujeres de la región.

"Uno viene a trabajar, no nos metemos en problemas", dice la mujer con una media sonrisa, sin descuidar el lavado de ropa y vigilando de reojo a sus dos pequeños, quienes juegan entre el sembradío de tomate.

"¿Aldrín?, ¿agroquímicos?, No, yo no sé de eso, nadie me ha hecho estudios, ni nada, aquí se trabaja muy a gusto".

Recientemente investigadores de la Universidad Autónoma de Sinaloa denunciaron que en un estudio piloto, realizado en 1994, detectaron la presencia de plaguicidas como los mencionados en la leche materna de 15 mujeres de los poblados de Costa Rica, El Dorado, Villa Juárez y Villa Angel Flores, todos del Valle de Culiacán.

La investigación alertó que los agroquímicos no sólo se encontraban en concentraciones por encima de las recomendadas por la Organización Mundial de la Salud, sino que estas substancias son posibles detonantes de enfermedades como cáncer, leucemia e infertilidad masculina.

A preguntas expresas, respondiendo amable pero muy escuetamente, Consuelo va revelando lo que conoce y, sobre todo, lo que ignora del ecosistema en que voluntariamente se ha introducido.

Prototipo de los miles de jornaleros que año con año acuden del bajío mexicano a la pizca del tomate, berenjena, pepino, chile y otros productos hortícolas, la mujer dice desconocer con qué clase de agroquímicos se fumigan los campos en que diariamente labora.

Desconoce, también, si éstas sustancias están presentes en el agua de los canales de riego en que sus hijos se bañan y donde ella lava su ropa.

"Están sanos", dice respecto a la salud de sus pequeños, "el más chico lo tuve aquí, sí le di de mi leche y ahí está bien sano".

Ajenos a su entorno, José Ramón y Federico, hijos de Consuelo, de 5 y 2 años de edad, respectivamente, no denotan el mínimo malestar mientras huyen de la cámara del reportero, escondiéndose entre el plantío de tomate.

Con...

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