Víctor Kerber/ Qué justicia tan injusta

AutorVíctor Kerber

Contra la injusticia "gachupina" se levantaron los insurgentes mexicanos en el pueblo de Dolores y se han librado crueles guerras en nuestra historia. Justicia fue el clamor de los revolucionarios de Villa, Zapata y Carranza, y justicia ha sido el leitmotiv de la retahíla de mandatarios que nos legó el PRI.

Sorprende ver que las promesas de acabar con las injusticias salen de boca de los aspirantes a Presidente como si fueran simples malos hábitos, no vicios arraigados. Son justicieros de ocasión; inclusive se percibe en algunos de ellos un alto grado de improvisación, para no hablar de franca demagogia.

Ofrecen la justicia dosificada, como si fuera un arcón de regalitos: envueltos y con moños. Todos tendremos seguridad médica y social. Habrá menos pobreza y menos concentración de la riqueza. Se descentralizarán los poderes, se respetarán las libertades y se garantizarán los derechos humanos. No habrá corrupción ni niños sin educación ni abusos de autoridad.

Pero no hay que ser muy listos para darse cuenta de que las injusticias siguen siendo las penas más mortificantes de los mexicanos. Existen porque la inequidades persisten, y las inequidades persisten porque el régimen social, político y económico de México está hecho para mantener esas inequidades.

No es, por consiguiente, problema de que unos cuantos desenfrenados se hayan insertado en las esferas del poder para servirse de él, como lo señala (¿ingenuamente?) Francisco Labastida en sus spots propagandísticos. Tampoco es algo que pueda resolverse en veinte minutos.

Es un problema de régimen. La injusticia en México es un problema que trasciende lo incidental para formar parte de las actitudes y los patrones de conducta que compartimos todos.

¿Qué espera la mayoría de los políticos -en especial los defensores del régimen vigente- que lucha por una curul, una Senaduría o un lugar en el futuro gabinete? No es impartir justicia, sino ampararse ellos contra el régimen de injusticia; buscan inclusive vivir de él.

La evidencia más clara de que la injusticia es causal, no casual, la estamos viviendo con los presuntos implicados en el caso Stanley. El Procurador del DF, Samuel del Villar, tampoco ha podido desprenderse de la tentación de aplicar la injusticia cuando se anteponen los intereses partidistas.

Del Villar se afilió al PRD porque no toleraba las inequidades del gobierno priísta. Como académico que fue en El Colegio de México, enseñaba a sus pupilos -entre ellos quien escribe- a no...

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