Víctor Kerber/ Inocentada de un año

AutorVíctor Kerber

Tenemos un Presidente que no intelige lo que es la política, es decir, no es político, si por tal se entiende a aquel que sabe aplicar con habilidad el arte de gobernar y comprende los usos del poder.

Vicente Fox no ha sabido gobernar, no lo ha demostrado en todo este año que pareciera más bien un prolongado 28 de diciembre tamizado de inocentadas y frivolidades. "La política", decía Max Weber, "se hace con la cabeza", aunque no parece ser éste el órgano mejor utilizado por quien dirige a México.

La primera mitad de su Gobierno la determinó Marta Sahagún desde su posición de colaboradora cercana del Presidente, mas era secreto a voces que la proximidad con su jefe rebasaba los linderos de la oficialidad hasta incursionar en la intimidad; la verdad se manifestó el mero día del aniversario del triunfo foxista, cuando el Mandatario se casó con su vocera.

Fue un error de imagen. Lo apropiado en estos casos hubiera sido apartar prudentemente de la función pública a la aspirante a Primera Dama antes de proceder al matrimonio; a nadie gustó la manera como se procedió: de madruguete, en la residencia oficial y con la visita en puerta del Presidente español, José María Aznar, quien tuvo que reducir su discurso a una felicitación nupcial.

"En política la forma es fondo", decía Jesús Reyes Heroles, sin embargo, ni formas ni fondos preocupan a Fox y su esposa, afanosos como están en suponer que sus cursilerías constituyen el cambio deseado por el pueblo.

No existe un solo acierto político digno de mención en lo que va de la actual administración. La ley indígena fue un fiasco, la reforma hacendaria no se supo cabildear, la delincuencia organizada está mejor organizada, y no hay entendimientos entre los poderes Ejecutivo y Legislativo.

La política exterior del país que se proclamó desde los tiempos de campaña como un bastión de la nueva era ha decepcionado a propios y extraños primero porque las trivialidades del Canciller no corresponden a las de un diplomático, de quien lo menos que puede esperarse es que practique el tacto y la discreción, y segundo porque opera prácticamente con todo el aparato del régimen anterior.

Jorge Castañeda quiso apuntarse un tanto con la aprobación de una nueva Ley del Servicio Exterior que no es más que una versión de la antigua ley aunque con otras palabras, puesto que sigue avalando la comisión de arbitrariedades y excesos al interior de la diplomacia mexicana.

En la Cancillería no supieron interpretar siquiera el cambio...

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