Vicente Fox Quesada: No hay tiempo para el temor

AutorJorge Ramos Avalos

Varias veces lo dieron por muerto. Políticamente, claro. Cuando comenzó a hacer su campaña dos años antes de las elecciones presidenciales del 2 de julio del 2000, sus opositores dijeron: "La gente se va a cansar". Pero se equivocaron. Quien no lo conocía, supo que había un tipo llamado Vicente Fox y que quería ser Presidente ganándole al PRI. Cuando soltaba groserías en público, sus enemigos decían: "Eso no es presidenciable". Pero se equivocaron. Los mexicanos se dieron cuenta que Vicente Fox hablaba igual que ellos y que no utilizaba palabras domingueras como "coadyuvar". Y cuando en un mal llamado martes negro -mientras se discutía la fecha de un debate presidencial- él dijo "hoy, hoy, hoy", sus contrincantes (Francisco Labastida, del PRI, y Cuauhtémoc Cárdenas, del PRD) lo acusaron de terco e intransigente y propusieron que el encuentro se realizara, no hoy, sino el viernes siguiente. Pero también se equivocaron. Los mexicanos estaban hartos de esperar y Fox transformó el "hoy, hoy, hoy" en un grito de guerra.

Este ranchero con botas de 58 años, de apellido irlandés, de madre española, separado y con cuatro hijos adoptivos, ex presidente de Coca-Cola, educado en Harvard y hasta hace poco gobernador de Guanajuato, retó al sistema que había prevalecido en México durante 71 años y le ganó. ¿Cómo lo hizo? Bueno, por principio se burló de todos aquellos que representaban ese círculo vicioso. Así, al faltarle el respeto al Presidente, al candidato y al partido le demostró a los mexicanos que los priistas no eran invencibles, sino de carne y hueso y carentes de humor. Y luego de criticar a los priistas, le explicó a los mexicanos, en un maratón interminable de entrevistas y presentaciones en los medios de comunicación, qué es lo que pensaba hacer con México si llegaba a la Presidencia. A la gente le gustó el estilo y el desplante: 16 millones de mexicanos votaron por él.

Lo conocí por primera vez en 1997. Había pedido una cita con él y me la concedió sin saber bien a bien quién era. Nos vimos en un hotel de Irapuato, sin prisas, y discutimos lo que entonces todavía parecía un imposible: cómo tumbar al PRI de la Presidencia. Pocos meses más tarde, no me sorprendió para nada al enterarme que había iniciado su campaña presidencial.

Lo volví a ver la mañana del lunes 3 de julio, horas después de su histórico triunfo. Las encuestas mintieron. Fox humilló a sus contrincantes en las urnas. Y los mexicanos se enteraron, por primera vez, que su voto sí contaba.

Fue fácil encontrarlo en uno de los salones del hotel Fiesta Americana de la Ciudad de México. Le saca casi toda la cabeza a la mayoría de sus colaboradores. Su voz ronca, bigote negro y ojeras de comunicador incansable son ya parte del nuevo México.

Esta entrevista es lo más lejos de ser una exclusiva...

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