En las vías imaginación

AutorMaría Luisa Medellín

El silbato suena y el tren avanza despacio entre un conjunto montañoso. Más allá se observa un patio de vagones. Enfrente, la casa de máquinas y el verdor de un parque.

Enseguida, viene una curva. Ahí están las chimeneas de acero de la Fundidora y otras factorías.

El tren corre más, atraviesa una zona desértica salpicada de yucas y regresa a la montaña. Todo se cimbra.

El recorrido ocurre una y decenas de veces sobre una enorme maqueta, surgida de la imaginación de unos hombres que, controles en mano, sonríen con un brillo especial en los ojos.

"Siento como si estuviera a bordo de un vehículo de seis mil caballos de fuerza. Lo puedo detener, acelerar, tener el control; ser el amo de las máquinas", lanza Artemio de la Fuente, y agrega convencido: "No hay niño al que no le gusten los trenes".

Quién sabe si esto aplique para los pequeños de la era digital, pero a él como a otros, los invade también una nostalgia por la niñez.

Artemio recuerda que era una máquina F7, chata y no muy larga, en la que iba a visitar a sus abuelos cuando era niño, y ya de grande, integró varias a su colección.

Es una pasión que ha crecido con ellos. Atesoran vagones, locomotoras, crean maquetas con escenarios y paisajes múltiples, donde sus trenes avanzan por rieles interminables, y cada sábado se reúnen en el Club Amigos del Ferromodelismo Monterrey, A.C., para poner manos a la obra, o mejor dicho, a las vías.

***

La aventura arrancó a principios de 1991, cuando Artemio vio una megamaqueta en la antigua estación del ferrocarril que recreaba, a escala, un tramo del recorrido Chihuahua-Pacífico, con sus montañas, puentes y túneles.

Él iba a viajar a Ciudad Victoria en el tren nocturno, y de regreso preguntó si podría traer sus máquinas para correrlas en aquella estructura, en la que sólo había tres o cuatro pequeños vagones descuidados.

"Me mandaron con el encargado de control de tráfico centralizado y quedamos de reunirnos un sábado. Ese día hicimos limpieza de la maqueta, de los carros del ferrocarril. La gente nos rodeó cuando los pusimos a funcionar, y los siguientes sábados continuamos".

Artemio supo entonces que el autor de aquella estructura había sido el alemán Rodolfo Meyer, quien dedicó dos décadas de su vida a recrearla.

Él dirigía una planta de Hylsa y falleció en 1987. Años antes, donó la maqueta de 14 metros de largo por tres de ancho a la Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica de la UANL, de donde la trasladaron a la antigua estación del...

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