Viajar en pandemia

AutorFernando Toledo

Llegó finalmente la primera invitación para un viaje de trabajo a Italia para cubrir los desfiles de una firma famosa. Sentimientos encontrados ante la posibilidad, ya que yo me había guardado durante casi un año y medio y nada de subirme a un avión ni realizar trayectos largos.

Sin embargo, la tentación era muy grande y la reclusión ya me estaba pasando factura. Además, la vida tiene que seguir.

Pero primero, la gran pregunta: ¿Qué necesito para viajar seguro y más o menos tranquilo? Tras enterarme que los aires de los aviones están siendo filtrados constantemente, me decidí a averiguar qué documentos necesitaba.

En el sitio de la Embajada de Italia vi que los viajes a ese país estaban sólo autorizados en casos de trabajo, salud, estudio o absoluta urgencia. Así que tuve que solicitar a los organizadores una carta donde especificaba que iba a cubrir un evento.

Además, había que llenar una forma especial: la EU Digital Passenger Locator Form (DPLF) en donde se especifican tus datos, el motivo del viaje y el lugar de alojamiento.

También se exige una prueba de antígenos o molecular. En caso de fallar en alguno de estos puntos, tendrás que pasar un confinamiento obligatorio de 10 días... ¡Ufff, se imaginan!

Bien, con todos los elementos palomeados, y después de rezar varios padres nuestros y llevar el rosario de mi mamá como amuleto, me dispuse a iniciar el viaje, no sin antes ser asegurado por los organizadores que todos los asistentes estaban vacunados, que se usarían mascarillas y que habría la posibilidad de hacerse las pruebas diariamente.

UNA NUEVA AVENTURA

El aeropuerto mexicano, bastante desgastado y siempre con obras de mantenimiento, lucía casi vacío esa noche y, sin embargo, después de tanto tiempo de no recorrer sus pasillos, les juro que hasta bonito lo vi.

Dicen que en las salas de espera es más factible el contagio, por lo cual llegué comido y bebido para no quitarme la mascarilla en ningún momento, además de que busqué el lugar más lejano para sentarme.

Llegó el momento de abordar. El vuelo no estaba tan lleno, quizás al 60 por ciento, y la verdad es toda una nueva sensación no poder ver la sonrisa de las azafatas cuando te reciben.

Todo el vuelo te recuerdan el uso de la mascarilla. Sólo te la puedes retirar para comer, aunque hay gente que se queda con su refresco, agua o cacahuates demasiado tiempo.

El piloto, no sé si porque se había ido de fiesta o porque realmente estaba encargado de mantener la tranquilidad, nos anunció...

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